Porque de Tenores se trataba aunque, a diferencia de las Galas conocidas, cada uno de ellos desentonaba a su libre criterio. ¿Que Vd. me pregunta sobre la corrupción? ¡No se preocupe!, que yo hablaré de la creación de empleo. ¿Qué Vd. habla de renta básica? ¡Tranquilo!, yo le hablaré de porqué no me cogió la mano hace unos meses, Incluso se rescató aquello del SI (¿a la OTAN?) . Y de las valoraciones posteriores ¿Qué decir? ¡Que mi niño lo hizo mejor que el tuyo!, ¡que el del vecino se equivocó, se puso nervioso, no pudo explicar, perdió los papeles!…
No es momento de volver a hastiar, a quien esto lee, con un análisis sobre los análisis de lo que se escenificó en el plató montado al efecto, con pompa, boato y máxima difusión mediática (¡la pasta que recogieron con la publicidad!). Sin embargo, más allá de lo que se dijo, de las poses para decirlo y del juego interviniente de, nada menos que tres entrevistadores, puede ser momento de reflexionar sobre el profundo mensaje que el medio televisivo proyectó.
El pueblo que vota, porque el que no vota ni eso, es espectador y sólo debe ser espectador expectante. De ninguna manera protagonista de nada y mucho menos de ser considerado como sujeto de la historia. Su papel, el gran papel que le asignan los tenores y los directivos de esta falsa democracia, es el ser votante y punto. No hay forma de intervenir, en eso que se llama política, si no es a fuerza de urnazo, tras urnazo, en una bacanal de vengan ustedes a votar y sólo votar. Eso sí ¡votar me a – mi!
Y todo se reduce a hacer buenas leyes, mejores leyes, que impidan la corrupción, que permitan generar empleo, que resuelvan los múltiples déficits que quienes se dedican a la política generan Y se acabó. Porque todos los mensajes en el fondo tienen u denominador común: Confía Pueblo en mi, que yo soy mejor persona que este de al lado. Porque todos los agujeros negros lo genera la maldad de unos pocos, que se han colado en nuestras inmaculadas organizaciones políticas. Y mientras ese discurso persista quienes trabajan y/o viven (o malviven) en sociedad, estarán irremediablemente condenados a elegir a alguien que dirija sus destinos, sin poder hacer nada para ayudar a mejorarlos.
¡Oiga! ¡Sí, usted! ¡No se equivoque! Usted vota, paga y calla. Porque sólo de política, la real, la que afecta al bolsillo de las familias, se puede hablar en los Parlamentos. Una fiesta, esta de la democracia burguesa, la llamada representativa, que deja fuera de las instituciones a quienes las sostienen con su esfuerzo y tesón. Un déficit democrático que es el qui de todo este entramado. La gran oferta electoral, no son los programas, sino el hacer posible que la política devuelva al pueblo el protagonismo que nunca debió perder. Porque debe la ciudadanía conocer y decidir como recaudar y como gastar lo recaudado y los políticos electos sólo deben velar porque esas decisiones directas del pueblo se ejecuten. Si alguien precisa 14 millones de votos para transformar España tiene que aspirar a mucho más de lo vendido en pantalla.
Los 4 tenores volvieron a cantar ¡Oh Sole mio!, (nunca tan suyo) invitando a la audiencia y videncia a seguir el tarareo
Rafael Fenoy Rico