A cuál peor. La prensa nos narra a diario la historia continuada de lo que nos está pasando actualmente, y hay días en que da miedo asomarse a sus páginas.
El gran Forjes lo expresaba magistralmente -hace años-, en una viñeta en la que un señor está tomando café acompañado de su hijo pequeño y en tono severo le dice al ciudadano que, en la mesa de al lado, está leyendo un diario: “Perdone, pero ¿podría leer el periódico más allá, que me está asustando al niño?
Si todo eran malas noticias, ahora parece que se incrementan con exagerados derechos colectivos e individuales, concesiones vergonzosas a independentistas, comunistas y asimilados, corrupción en las más altas Instituciones del Estado que, como ya pasó, se plantean en los momentos de mayor fragilidad económica y social.
Los pueblos, pienso yo, tienen derecho a manifestarse y a pedir la luna si se quiere, pero es una irresponsabilidad delictiva, -que quedará impune-, que sus dirigentes no respeten la legalidad vigente, que falseen datos institucionales, y que azucen sentimientos colectivos encontrados.
La crisis económica y la desconfianza del personal, motivada por los inaceptables casos de corrupción, se agravan ahora con la tensión política y con esa crisis institucional generalizada que, pienso yo, es la más descomunal de los últimos tiempos.
¿Cómo salir de ésta si nuestros dirigentes´ -que no tienen ningún tipo de preparación-, solo se instalan en culparse unos a otros, en lugar de aplicarse conjuntamente en buscar remedio a problemas excepcionales como estos?
Las situaciones excepcionales -ésta lo es- requieren medidas excepciones, con dirigentes excepcionales, y en este tiempo de España, escasean el talento, los valores éticos y morales, el entendimiento en asuntos como los que nos ocupan… y por supuesto que escasean los políticos de talla con preparación y con altura de miras.
Lo resumía el humorista satírico El Roto, en otra viñeta en la que sale una voz desde dentro de un avión, diciendo: “Estimados pasajeros, volamos sin combustible y sin tripulación” …, pues esa es la sensación generalizada que se percibe en la ciudadanía de este país: Gobierno preso de los independentistas, terroristas etc., y arrodillado y desconcertado ante los “progres”.
De seguir así, en manos de esta panda de miserables, es seguro que el avión del país acabará estrellándose… con todo el pasaje dentro.
Antonio Poyatos Galián.
Oí el otro día un viejo proverbio chino que dice: “Si caminas solo, iras más rápido, si caminas acompañado llegarás más lejos”
Durante varios días, resonaba el proverbio en mi mente y trasladé el “dictan” al mundo actual, en donde, lo que se lleva ahora, -aspavientos aparte- es el ahorro sentimental, la desgana, el letargo mental y la desidia neuronal para mantener relaciones reales con nuestros congéneres, para caminar acompañados
Jamás, -pensé-, hemos caminado más solos, más incomunicados los unos de los otros, en esta sociedad que se mueve a golpes de “clic” sobre un teléfono o un ordenador buscando respuestas a inconexas preguntas, y recibiendo mensajes que poco o nada dicen sobre la realidad de cada uno
Y está claro que los humanos deberíamos buscar, porque nos es necesario, el calor de manos, contarnos esas heridas que nos hacen sentirnos vivos, que son necesarias para saber lo que sentimos, para contar nuestras causas perdidas, nuestros miedos y nuestros anhelos en nuestro caminar.
Antaño, por ejemplo, se conversaba mientras se tomaba uno un café… se “pegaba la hebra” con alguien. Ahora, en los tiempos actuales, es pura utopía de tiempos pasados ya que toda la comunicación se hace “virtualmente”.
Ahora, ni siquiera se contesta, en la mayoría de los casos, con escritos más o menos breves, o con simples llamadas: basta unos cuantos emoticones que poco o nada dicen sobre lo que nos preocupa o lo que nos interesa…
Es el vértigo de levantarse y correr a mirar una pantalla -da igual el tamaño de la misma- buscando una respuesta que dé sentido al sinsentido de vivir con este aturdimiento de ideas, dado el estado general de somnolencia mental y hastío neuronal en que se encuentra el personal, con su rumbo totalmente perdido.
Es un vacío empírico, según mi observación, y deberíamos convertir ese pan nuestro de cada día, ese caminar en solitario, en esperanzas venideras compartidas, con cabezas que se ausenten de esta realidad, sólo virtual, que nos han impuesto.
Este humilde juntador de letras, piensa que deberíamos buscar ávidamente a esos solitarios que pasen por el mundo reclamando unos gramos más de relaciones reales, para dejar de caminar en solitario.
Antonio Poyatos Galián
Aprendiendo
Durante uno de los estupendos paseos con mi amigo Teo Losada, al que echaré de menos ahora que vuelve a Madrid, comentábamos el tiempo que nos ha pasado por encima, la edad que hemos cumplido y las conclusiones que podemos haber sacado de todos estos años vividos.
Y decíamos que, sin darnos cuenta, ha pasado el tiempo a pasos agigantados y de querer comernos el mundo, hemos pasado a que el mundo nos esté comiendo a nosotros -siendo conscientes de ello-, sin que podamos hacer nada por evitarlo.
Pero, eso sí, ahora me sobran certezas -decía yo-, para atestiguar que de nada estoy seguro, salvo de mis carencias, y que vivir el momento, según nos llegue, es cuestión de apretar los dientes y “disfrutar” de lo aprendido y de lo conseguido.
Con bastante dolor, he aprendido a lo largo de todos estos años cumplidos, que la vida, en realidad, te ralla las entrañas y te deprime, si tú no eres tan fuerte como ella para aguantar sus embates.
He aprendido, asimismo, a reconocer el rencor, el odio y el resentimiento en los ojos y en las actitudes de algunos hombres, y he aprendido -de memoria-, que cuando siembras odios o cuando vives odiando, tu placidez la arrojas por el sumidero…
Al menos, todos estos años vividos, me han enseñado, en definitiva, a engancharme a la vida, a lo esencial, a convivir con mis limitaciones, con mis carencias, con mis errores, a disfrutar de mi familia y de mis pocos amigos… y con la vida que me ha tocado.
Por todo eso, al hilo de esas charlas con mi amigo Teo, que digo, estoy intentando retener en mi saco de amarguras transitorias, palabras ahora en desuso, como esfuerzo, valor, empatía, perdón, perseverancia, familia, amistad, y otros valores no crematísticos, para que cuando me visite un nuevo fracaso, ellas puedan darme ánimo.
La edad madura, pienso yo, es en la que todavía algunas neuronas quieren seguir haciendo su función, y los músculos siguen aguantando, pero con muchos más esfuerzos… como el esfuerzo de asumir limitaciones, confesar fracasos e intentar hacer felices a los que nos rodean.
Antonio Poyatos Galián.
Usar y tirar
Hace unos días, me acerqué a una tienda de un conocido, a interesarme por un determinado repuesto para un “Split” del aire acondicionado. Javier, que así se llama, me miró con cara de guasa y me dijo que no podía repararlo porque valía más la reparación que la compra de uno nuevo.
Ellos, los que producen los aparatos, dicen que, para que el mercado tenga músculo, y el empleo exista, es necesario mantener la demanda a través de aparatos que fallan o de piezas para las que no existe recambio. Así de simple -intentaba justificarse Javier-
Por ello -seguía diciendo-, es difícil que el consumidor encuentre donde reparar cualquier tipo de aparato, porque, además de que cada vez hay menos operarios preparados para ello, le resultará más económico hacerse con uno nuevo… que puede que se averíe en menos tiempo que el anterior, pero no importa, ya que cuando eso suceda habrá otro aparato nuevo que nos venderán como más eficiente, sostenible, etc.etc.etc.
Después de tan traumática visita a la tienda, comencé a pensar en la similitud del asunto de los repuestos, con la realidad de la vida actual por la que transitamos
Comprar, tirar, comprar… es el ciclo de esta sociedad consumista, un bucle sin fin que mantiene vivo un sistema voraz, implacable y feroz que se alimenta de nuestra necesidad, de la necesidad que ellos nos crean, y de nuestros caprichos para “suavizar” nuestros complejos y para alimentar nuestra soberbia.
Es el reflejo de nuestra desnortada sociedadl: dada la ausencia de neuronas que nos doten de criterio, nos deslumbran con lo nuevo, con colores inventados, formas impensables, brillo deslumbrante de lo reciente, nuevo coche, nueva televisión, otro teléfono, otro ordenador, nuevas “amistades”, nueva pareja…
Nos imponen tendencias que hemos trasladado a lo personal, y han inculcado a la gente, que somos lo que tenemos… porque saben que nuestro cerebro no da para más y no valoramos ni lo que tenemos, ni lo que nos rodea.
Así que, las amistades se pierden, las lealtades caducan, la palabra dada carece de valor, las parejas se rompen… y tampoco sabemos cómo recomponerlas o no nos compensa el esfuerzo… ya encontraremos una nueva, aunque sea peor que la anterior.
Usar y tirar… esa es la realidad actual, siempre hacia adelante en ciega carrera detrás de lo novedoso, hasta que falle una pieza del engranaje y todo salte, irremediablemente, por los aires… que pasará.
Antonio Poyatos Galián.
Enero
Se acabaron las fiestas de la Navidad, La Pascua, amigos. Y quisiera recordar -por olvidado-, que esas entrañables fechas son, para los católicos, la conmemoración del nacimiento del Hijo de Dios.
Para los demás, esta Navidad laica es un paréntesis vacío, relleno de nada, una vaciedad que dedicamos a hacer regalos que nadie necesita, a compromisos apresurados que no cumplimos y a felicitaciones vacuas a través de emoticones y similares, no vaya a ser que nos demos cuenta de nuestra intrascendencia… necedad de necedades, en definitiva.
Ya estamos en enero y, por fin, ha pasado todo. ¿Qué le queda ahora, paciente lector? Estos quince días de fiestas que hemos padecido ¿le sirven de algo? ¿Tiene motivos inolvidables para dejarlos grabados en su vida? ¿O han sido como los de todos los años por esas fechas?
Porque, una vez pasadas tan pantagruélicas fiestas ¿Qué le queda? ¿Ha resuelto algunos de los problemas que le endemonian la vida, le acentúan la úlcera o le hacen subir la tensión? ¿Es usted algo mejor? ¿Ya sabe que va hacer de su vida?… todo ha pasado, paciente lector, y nada, nada ha cambiado.
Y además se llevará un cabreo de narices cuando descubra que todos sus problemas siguen sin resolverse, que los bancos siguen cobrando comisiones abusivas, y que cada vez le cuesta más llegar a fin de mes, aunque ha gastado sin ton ni son durante las fiestas.
Estoy casi estoy seguro de que no ha logrado solucionar ni una sola de sus comeduras de coco, y tras las fiestas le sigue esperando la falta de aparcamiento, la inestabilidad del trabajo -el que lo tenga-, la falta de educación y respeto al ciudadano, la soledad que intentó “aparcar” durante esos días… y las hilarantes leyes de los políticos que sufrimos…
Me aburren estas fiestas sin el significado que tenían en origen, porque, de hecho, son una razón banal para llenar el ambiente de fruslerías sin sentido, para gastar como locos lo que no se puede, para viajar como obligación, para comer como posesos y beber como cosacos…
Prepárese entonces, porque su peso habrá aumentado, su cuenta tendrá menos dinero, su lista de propósitos -para incumplir- aumentará… y los políticos seguirán haciéndonos cada vez la vida más difícil y más preocupante… nada nuevo, salvo el número del año.
Antonio Poyatos Galián.
Tiempos de soledad
Leo, con pesar, una estadística a nivel estatal que dice que, en España, como 4 millones de personas viven en soledad porque no les queda más remedio, y otros 3 millones más, dicen que se sienten solos aun estando acompañados por sus familiares.
La nueva “onda” sociológica, con la pérdida casi total del peso de las relaciones familiares, tan importantes en todos los tiempos, es uno de los principales motivos de esa soledad subyacente que menciona la estadística.
Las nuevas formas de ocio del personal, el crecimiento asilvestrado en gran parte de varias generaciones y el envejecimiento de la población son algunas de las circunstancias que nos llevan a la realidad citada en la estadística que, por cierto, no habla del otro gran problema: la tristeza.
La soledad, sobre todo de los mayores, es evidente y se ha convertido en un gran problema social al que seguimos sin dar importancia cuando, pienso yo, es uno de los problemas graves de la sociedad en la que vivimos, huérfana de valores, de ternura y de cariño… salvando los “aspavientos” de la Navidad.
Pero, además de la soledad obligada por carencia de familiares o por falta de apego o por desafección de los mismos, existe un peligro real entre los más jóvenes, situados en su aislamiento, encerrados en ellos mismos en su mundo virtual, “pasando” de lo que exista a su alrededor porque no le ven sentido.
Unos se aíslan poniéndose los auriculares de su teléfono a todas horas, otros volcando toda su atención, obsesivamente, en redes sociales, videojuegos o televisión sin ser conscientes de la maldad de ese sistema que adormece las neuronas y que luego trae problemas afectivos y de convivencia, difíciles de resolver, pienso yo.
Pero, es que, además, el aumento de la tristeza, en millones de personas, es el otro gran problema de la sociedad actual, del que no se habla, pero que lleva a la pérdida de la autoestima en gran parte de esas personas, con lo que ello conlleva, llámense depresiones o suicidios, por ejemplo, que crecen exponencialmente.
Este humilde juntador de letras piensa que sería deseable que todos tomáramos conciencia de este autentico drama que nos está explotando entre las manos, sin que queramos darnos cuenta de ello, para cambiar nuestras actitudes y tratar de corregir esas “distorsiones”.
Cambiar la situación de soledad, de aislamiento y de tristeza pertinaz de esas personas, solo será posible mediante un cambio de actitud por parte de todos, fijando un “faro de referencia” del que ahora se carece… y deberían alzar su voz los sociólogos, psicólogos, filósofos, docentes, médicos, etc., para que tengamos un conocimiento real de la magnitud del problema.
Antonio Poyatos Galián
El triunfo de los mediocres
Me encontré hace unos días con un viejo conocido, profesor de Filosofía en la Universidad de Málaga, bastantes años ya jubilado, y le comentaba yo el bajo nivel -rastrero-, de la clase política gobernante, especialmente la actual.
Me dirigió una mirada, yo diría que compasiva, y moviendo quedamente la cabeza a un y otro lado me contestaba: Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido político por otro, aunque ello pueda ayudar, y admitir que nos hemos convertido en un país de mediocres, es el primer paso que debiéramos dar.
Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana, -siguió diciendo-, sino que es el resultado de una cadena nefasta que comienza en la familia y en la escuela y, por ende, termina en la clase política que nos desgobierna.
Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos, los que más se escuchan en radio y televisión… estamos tan acostumbrados a la mediocridad, que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas.
Pero ¿Con qué parámetros se mide la mediocridad de un país? ¿En qué ámbitos de la vida diaria se muestra? -le espeté- y su respuesta, -apabullante-, salía a borbotones de su alma, a través de sus labios.
. Pues en un sinfín de cosas vistas objetivamente -contestó-. Mediocre es un país -decía-, que, para empezar, en su rancio sectarismo ha conseguido dividir a sus habitantes.
Mediocre es un país que ha reformado su mediocre sistema educativo hasta en tres o cuatro ocasiones en menos de veinte años, premiando el nulo esfuerzo, hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.
Mediocre es un país con una cuarta parte de su población oficialmente en paro, pero la brillantez de otro provoca recelo y envidia, por razones obvias, así que la creatividad es marginada y la independencia sancionada.
Mediocre es un país donde la gran aspiración de la mayoría de los jóvenes es ser funcionario o “youtuber”, o concursar para tener plaza en cualquier “reality” de cualquier televisión.
. Mediocre es un país donde los jefes se rodean de mediocres para ocultar su propia mediocridad, y donde los estudiantes ridiculizan al compañero que se esfuerza, porque hay que hacer tabla rasa por abajo.
Mediocre, es un país que ha fomentado el triunfo de los mediocres, arrinconando a la excelencia, que no ha tenido más opción que marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad, que me recuerda a la querida Argentina.
Mediocre, en fin, es un país donde los valores -esfuerzo, honestidad, respeto, familia, etc., -, han sido erradicados como forma de comportamiento, estableciendo el “vive hoy” sin renunciar a nada porque “tengo derecho” a que Papá Estado me lo provea.
Quedé “mudo” ante tanta obviedad y aún hoy sigue resonando en mi mente esa lección de ese viejo profesor, sobre la que deberíamos meditar profundamente, si que, quizá, haya solución a medio plazo
Antonio Poyatos Galián.
Es Navidad
Durante muchísimo tiempo, la Navidad era el tiempo de la bondad natural en todo ser humano… al menos durante unos días. Eran tiempos de silencios impostados, tiempos de nostalgias efímeras, de buenos propósitos … era el tiempo de la familia.
Durante estos días, nos acordábamos de los que ya no están, o simplemente, de los que estuvieron un día, aunque olvidando, quizá, que siguen con nosotros mientras vivimos y mientras vivamos…
Pero ahora, este tiempo de Navidad, se ha convertido en el “tiempo de consumo”, por antonomasia. Tiempo de consumo masivo -para los que pueden-, sin que haya racionalidad en las compras, que muchas veces se hacen para seguir mostrando parte de ese efímero “poderío” a la hora de gastar, o nuestra “originalidad” en las compras, la mayoría innecesarias, que hemos realizado.
Yo no sé si esta generación es peor o mejor, pero sí que sé que está mucho peor preparada, que es mucho menos culta, menos indulgente consigo mismo y mucho menos con los demás… gregarismo de un momento en el tiempo, donde todo se evapora, como moral, ética, honestidad, religión, familia…
Y es cierto que la mayoría pensará que no hay que alterar al personal con esta triste realidad. Que muchos padres están muy cómodos sin tener que inculcar a sus hijos valores, disciplina y esfuerzo… sus hijos pasan de curso sin haber aprobado todas las asignaturas, e ignoran hasta con quien se juntan… mientras no molesten, “Carpe Diem”.
Este humilde juntador de letras cree que serían unas buenas fechas para recordar, con gran parte de la familia reunida, aquellos valores que nos inculcaron, para volver a ese cálido ambiente familiar donde conocer los proyectos, las ilusiones y los “atascos” de todos los miembros que la componen.
Serían buenas fechas para recordar a los ausentes, rememorar cómo vivieron, como se sacrificaron para que subiéramos al menos un peldaño, cómo pensaban, qué hicieron, cómo insistían, con empeño, en inculcarnos valores… y para cargarnos de buenas intenciones para ser mejores personas.
Es mi deseo para esta Navidad de tiempos convulsos, donde tendríamos que rebobinar y retomar el rumbo perdido.
¡¡Feliz Navidad!!
Antonio Poyatos Galián
Navidad 2023
Mientras tomaba mi primer café mañanero, asistí, perplejo, el otro día a una bronca monumental entre dos sujetos enfrentados, por una cosa nimia, que vino a romper el hilo de mis pensamientos y agriarme un poco el café.
Me daba la impresión, viendo las exageradas gesticulaciones, de que los dos tipos actuaban o mejor, imitaban la jauría de lobos tertulianos vociferantes de cualquier «reality» de cualquier cadena de TV.
No recuerdo el fondo del asunto, pero la bronca entre esos dos sujetos, vino a mi mente unos días después y pensé que lo exagerado de los gestos y las palabras de aquellos tipos venía motivado porque, en general, la vida real de la gente sin sustancia y sin valores de referencia, tiende a imitar a la televisión.
Producto de esa imitación, el personal acaba perdiendo la conciencia de lo que es normal, y se encuentra de pronto alzando la voz en medio de una conversación, adoptando como propios comportamientos excesivos que sólo pueden haber salido de la imaginación enferma de algún guionista.
En las “actuaciones” de TV, el personal va de la pasión más devoradora al odio más profundo y visceral, en cuestión de minutos. Escenifican ataques de ira por cualquier banalidad, durante los cuales cualquier barbaridad puede salir de sus bocas.
Producto de ese patrón de conductas, ahora la amistad se pone a prueba permanentemente y ante cualquier contratiempo no hay conversación que no esté cargada de intensidad, acompañada de muchas gesticulaciones.
Y en esa concepción equivocada de como son las cosas, creo que algo falla, que no se puede estar permanentemente dando por cierto que lo normal es vivir a la espera del próximo show de gritos, o de la próxima emoción fugaz, o de la próxima depresión teatral producto de esa actuación que decía antes.
Después, llego a la conclusión de que para alguna gente a la que aún no ha inundado esa especie de metástasis televisiva, no todo está perdido y la solución está al alcance de la mano: Que apaguen la televisión y que abran un libro.
Milagroso, oigan
Antonio Poyatos Galián
Realmente, ¿qué somos?
A veces me paro a pensar sobre la realidad de la existencia de los seres humanos, e intento contestarme a mí mismo sobre lo que realmente somos, ahora que este mundo nos ha convertido en envoltorios con solo humo en su interior y en el que cada uno “fabrica” su perfil de cara a los demás, ocultando su realidad.
Vivimos inmersos en normas, esfuerzos, tormentas, pasiones, fracasos, vuelcos del corazón a cada instante… fisuras abiertas a las que no paramos de echarle sal…
Pero en origen éramos un futuro que quedó atrapado, casi siempre, en la desidia, en la tibieza de una mente y un cuerpo que han hecho de nosotros lo que realmente somos, dejando pasar nuestra vida entre liviandades, sin haber saboreado lo importante de lo que pasaba junto a nosotros.
La realidad nos dice que somos lo que amamos en silencio, somos lo que soñamos, somos lo que olemos y lo que sentimos, somos lo que suspiramos, somos ese destello que va menguando a medida que pasan los años y las arrugas se oprimen contra nuestro lánguido cuerpo.
Somos lo que pensamos, somos nuestros anhelos, somos nuestras ambiciones y nuestra soberbia y nos creemos tan importantes que no tenemos tiempo ni para decir a nuestros seres queridos lo mucho que los queremos, ni para agradecer ese cariño cercano de quien realmente nos quiere
Somos ese aire huracanado y enloquecido a los quince años y apenas somos un suspiro a los setenta y tantos. Y al final de nuestra vida solo seremos un hilo del aire exhalado unos segundos antes de morir…
Deberíamos ir dejando a un lado lo superfluo del gasto de nuestro tiempo, ya que, a fin de cuentas, la vida no es más que un gigantesco esfuerzo que nos llevará a un final sin salida y sin estrés, convertidos, eso sí, en un organismo, en un ente, del que todos hablarán bien.
Deberíamos meditarlo.
Antonio Poyatos Galián
Otoño
El otoño, el largo otoño, tiene para mí el automatismo de la melancolía anegando mi espíritu, y pienso que, imposible en esta, acaso en otra galaxia, pudiera encontrarme con una mano tendida que diera sentido a este sinsentido, al cataclismo social que estamos padeciendo como animales lerdos y mitigar esa melancolía que me inunda en esta época, como digo.
A algo en mi interior le desagrada el falso talante que respiro, notando la desolación que habita en las avenidas del cambio necesario que nunca llega, cuando estas a punto de convertirte en piltrafa de ser humano, rodeado de personas con promesas y con sentimientos de quita y pon. Como aquello de: No es que mienta, es que he cambiado de opinión, “Sánchez dixit”
Ocurre, pienso yo, que somos ligereza de ideas y de sentimientos, que pasamos por la vida como el gemido en una noche sin espejos en los que mirarse, para poder vernos como somos en realidad.
Me gustaría habitar lejos, muy lejos, en algún lugar apartado de las zarpas de los egocéntricos, donde las vanidades y las envidias no pidan comerse a otros seres, donde la empatía forme parte de nuestro cotidiano proceder y donde la verdad sea una constante orgullosa y sincera…
Otoño, de Calendario, que no de clima, largo otoño, aire todavía no muy fresco, hojas caídas por el pasmoso paso del tiempo… Acaso sea yo un soñador con muy pocos recursos mundanos, que se yo, y a lo mejor tengo demasiada imaginación seráfica, soñando un otoño caducador de muchas cosas nefastas, que se convierta en un perpetuo crepúsculo de la tan necesitada esperanza…
¿Acaso debería yo cambiar mi actitud del día a día, arrojarla al vertedero de lo no esencial y convertirme en un ser al uso actual, en toda la extensión de la palabra?
Largo otoño en que la raza humana no aprende, porque no quiere, transformarse, y en el que lo único que me queda claro es que la gran asignatura pendiente del ser humano son los valores que se perdieron y los sentimientos… sobre todo los sentimientos íntegros.
Antonio Poyatos Galián.
Soñadores
Después pensé que los que sueñan despiertos son cada vez menos y la realidad me dice que los soñadores pertenecen ya a una especie marginal en vías de extinción.
En la vida, pienso yo, una de las cosas más importante es la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza… y los sueños.
Y en estos tiempos tan convulsos, la falta de ilusión, la apatía y la ausencia de esperanza –eso es lo peor-, se ha adueñado del escenario mundial y se deja sentir más fuertemente en esta sociedad occidental en la que habitamos.
Estamos en un punto de difícil retorno, en el cual, el escepticismo y la incredulidad han anidado en el interior de las personas y el prójimo nos resulta cada día más ajeno y más lejano, con total ausencia de empatía –origen, por cierto, de casi todos los males que nos asolan-.
¿Cómo hemos llegado a esto? Hay varias respuestas, pero la obviedad me dice que por una principalmente: por la pérdida de valores, porque la “civilización” nos ha arrebatado la decencia, la esperanza y los sueños.
Ahora, tristemente, se ha inculcado, ya desde niños, dar todo el valor a las cosas, en detrimento del ser humano, y los sueños, también desde la infancia, han sido erradicados por el pragmático relativismo cultural.
Los que cargamos en la mochila un importante número de años, nos ilusionábamos con un simple TBO o con cosas que aún estaban por suceder… soñábamos.
Los de mi generación y generaciones próximas a ella, soñábamos con héroes…, soñábamos con un mundo mejor, más justo, y, sin darnos cuenta, esos sueños ayudaban a formar personas y no máquinas de consumo.
Este humilde juntador de letras piensa que los sueños tienen muchísima importancia en la realización del ser humano, y yo seguiré soñando despierto para paliar el grado de impotencia que siento ante el desolador panorama que se me muestra, consecuencia -sin lugar a dudas-, de esa pérdida de valores que digo.
Además, durante esos sueños, soy feliz.
Antonio Poyatos Galián
Envidiosos
Le daba vueltas el otro día, con la rareza que me suele inundar, al orden de los pecados capitales (enseñanzas erradicadas de las aulas… y del devenir diario, por cierto), motivado por un asunto que no viene a cuento.
Y llegaba a la conclusión de que la envidia habría que situarla como el primero y más dañino de dichos pecados capitales, seguido, muy de cerca, por la soberbia, por la avaricia y por la ira.
Pero, ¿qué provoca la envidia? ¿Qué sentimiento -de inferioridad-, motiva el sentir envidia de alguien? ¿Qué “gana” el envidioso haciendo daño al sujeto del que siente envidia?
Llegaba a la conclusión, de que, lo que provoca la envidia nos es tu dinero o las cosas que tengas, porque el envidioso puede tener más que tú. Entonces, ¿por qué la envidia?
Este humilde juntador de letras, cree que te envidian porque tú te manejas en valores, esas cosas que brillan con luz propia y que nadie puede apagar por más cieno que te echen encima.
Te envidian porque no dependes de ellos ni de nadie ajeno a tu familia y amigos cercanos, y creen que no estás en el “lugar” en que deberías estar, es decir el que ellos creen que deberías estar.
Te envidian porque tú te manejas por la vida de forma diferente a como ellos creen que deberías hacerlo, pero aún así creen que te va mejor que a ellos.
Te envidian por parecer que eres feliz, porque te conformas, con alegría, con lo que tienes, y porque lo que tienes lo has conseguido con esfuerzo, abnegación y mucho sacrificio.
¿Alguien recuerda cuales son los siete pecados capitales? Sí, esos siete faros de referencia de los valores que nos ayudarían a convivir mejor si cuidáramos no practicarlos.
Pido perdón por recordarlos: envidia, soberbia, avaricia, ira, pereza, lujuria y gula. Deberíamos luchar para evitarlos.
Antonio Poyatos Galián
Miradas
Suelo observar, con ojos de cuervo colérico, la mirada de la gente con la que tengo que lidiar o la de la gente que deambula por las arterias de mi ciudad, y encuentro infinidad de miradas diferentes.
Pasamos, quedamente, ante millones de miradas diferentes, detrás de las cuales, obviamente, se reflejan muchas de las emociones desiguales y muchos sentimientos encontrados del portador de la misma, que parecen indicarnos que, en el fondo, todo tiene un sentido concreto.
Es un interesante reto acercarse a las personas a través del lenguaje no verbal como código de comunicación que puede facilitar, o dificultar, las relaciones personales, como son el rostro, los ojos, la mirada…
Hay miradas apasionadas, añejas, cuadriculadas, simiescas, dormidas… Hay miradas seductoras, invasivas, dominantes, indiscretas, observadoras, inquietas… y todas ellas, de hecho, retratan a la persona portadora de la misma, aunque no podamos ver el origen de tan concreta mirada.
Hay miradas que no dicen nada, y también hay miradas que lo dicen todo. Hay miradas que no desean mostrar nada y hay miradas que no pueden esconder nada y, con el paso de los años y la observación, deberíamos ir logrando entender esos gestos intangibles, esos ademanes mínimos de las miradas.
Hay, también, personas que saben interpretar las miradas de los demás: suelen ser personas calladas que, casi siempre, pasan a nuestro lado, o están en un sitio, quietamente, sin pena ni gloria…
Es obvio que los ojos hablan y, si nos fijáramos, nos acercarían un poquito más a la verdad de la persona que tenemos delante y que intenta disfrazar su verdadero “ser” de su cotidiano “estar”, pero la palabra “observar” no está incluida en nuestras labores cotidianas.
Antonio Poyatos Galián
Amor sazonado
Cuando volvemos los ojos a nosotros mismos, caemos en la cuenta de que los años todos lo modulan, lo transforman y lo hacen distinto. Y si hay algo diferente en la madurez de los hombres, que les confiere un estado diferente de sentir, a pesar de “las goteras”, es el amor.
Y ya sabemos que, bajo su imperio, en la juventud, se ve un prisma de colores irreales, y lo que a nosotros nos parecía luminoso, maravilloso y sin defecto, en la realidad real seguramente era algo grisáceo, sombreado y común.
En la edad madura, al contrario que en la juventud, no se trata de fingir, ni de conquistar a nadie, sino de mostrarnos como somos. No es caminar sobre sueños, sobre un sendero de nubes que se desvanecen… es un proyecto meditado, a largo plazo.
En la edad madura, el amor es un sentimiento sereno, un remanso de paz, es arroparse en la ternura, es una mayor preocupación real por lo del otro que por lo nuestro, sin que ello este exento de ilusión y romanticismo, ya que nuestro corazón sigue bombeando sangre.
Es el amor sazonado, maduro… amor casi siempre incomprendido por los más jóvenes, amor muchas veces complicado en procesos parsimoniosos, turbulentos y constantes, tras muchos años unidos a una persona, (48 años, en mi caso.)
Ese amor que digo, es como una llama que día a día ilumina tu caminar cansino y te hace desear ir al encuentro de esa persona que sigues deseando tener a tu lado y estar a su lado… a pesar de todos sus defectos.
Sí, es el amor sazonado, maduro…, y sentirse amado no tiene que ser patrimonio de la juventud, ya que, de una u otra forma, todos necesitamos amar y sentirnos amados en cualquier edad, aunque con diferentes maneras.
Antonio Poyatos Galián.
Surrealismos
La mitología griega, nos hablaba de cosas fantásticas –quizá absurdas hoy-, pero que tenían una razón de ser en aquella época. Y no sé ustedes, pero yo asisto perplejo a las situaciones absolutamente absurdas, fantásticas y ejercidas sin ningún control de la razón –surrealistas-, que están pasando en nuestra querida España.
Surrealismo puro es lo que veo pasar un día sí y otro también en esta España, hechos que se muestran como cuadros pictóricos de la vida social y política, con motivos absurdos, deformados y caóticos.
Surrealismo es lo que está pasando con “el tema catalán” -después vendrá “el tema” vasco-, que, indudablemente, es poner en marcha un deseo con ausencia total de la razón, ante la pasividad total del poder legislativo.
Surrealista es la situación de muchos españoles que no pueden estudiar y aprender en nuestro idioma, en España, y hayan de mendigar unas horas lectivas en español en sus centros de enseñanza… y que el estado, con actitud indolente, no haga nada.
Surrealismo es que siendo todos españoles y hablando todos el mismo idioma, necesiten ahora decenas de traductores armados de pinganillos para entenderse…
Porque, que más surrealista es ver a un señor de Orense, por ejemplo, dirigiéndose a un ciudadano de Ciudad Real a través de un intérprete, no la mejoraría ni el genial Groucho Marx… un dislate, pienso yo, costosísima y una parte del chantaje que las minorías nacionalistas independentistas, han impuesto a Pedro el mentiroso para mantenerle la respiración asistida un poco más.
Surrealismo es que unas determinadas fuerzas políticas de este país, estén enredadas solamente en impedir que otros -con muchísimos más votos-, no gobiernen, sin aportar soluciones no surrealistas, es decir, razonadas y razonables.
Surrealismo es que un partido político formado por terroristas sea considerado “democrático” y otro partido democrático, pero con ideas con las que no comulgamos, sea denostado y estigmatizado.
Podría seguir –también ustedes-, hasta el infinito, mientras me pregunto: ¿Adónde se ha ido la razón que debía habitar en las mentes de los que están en las instituciones? ¿Adónde se ha ido el sentido común? ¿dónde están las leyes que den salida a lo que realmente necesita y preocupa a la gente?
Antonio Poyatos Galián
Los tres temas del veranoç
Dice el refrán que cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo. Y aquí, en la carpetobetónica España, también las mata aunque esté ocupadísimo. Ahora, por ejemplo, y aunque parezca que nuestra sociedad está en calma o por lo menos la gente así se lo quiera creer, a pesar de lo difícil que resulta, el rabo del diablo hispánico va dando latigazos a diestro y siniestro para tener entretenida a la llamada opinión pública, aquella de la que tanto escribiesen, y en un sentido tan desfavorable, el portugués Fernando Pessoa y el irlandés, pero británico, Oscar Wilde.
Tras unas elecciones que lo único que pueden producir, si las castas políticas, usando los términos de ese otro creador de castas llamado Pablo Iglesias, tuvieran la mínima vergüenza es la convocatoria de nuevos comicios para ver si la población se aclara en lo que quiere, hemos vivido un verano apasionante que mantiene el interés ocupado en cosas verdaderamente fuera de todo orden y razón.
Hemos tenido, tenemos, y seguiremos teniendo lo que yo llamo “la leyenda del beso” , con el celebérrimo beso en los labios del ex presidente de la Federación Española de Futbol y la jugadora de la selección nacional femenina de cuyo nombre ni me acuerdo ni me interesa acordarme. Se podría calificar como “el beso de España”, pues ha sido el ósculo más divulgado, difundido, opinado, censurado adherido, deshaderído y todo lo que se quiera decir de la historia de la Humanidad. Ni el célebre beso de Judas alcanzó tanto relieve.
Al margen de su oportunidad, de su legalidad a la luz del ordenamiento jurídico peculiar y antimasculino del país, de su improcedencia y de todo lo que se quiera, el famoso beso tiene entretenida a la sociedad y parece que así ha de seguir por el mero interés político de unos cuantos, más bien unas cuantas y, siendo un asunto ya judicializado, habría de pedir a los que mantienen el tema como fuente de diarias pseudonoticias con entrevistas, opiniones y comentarios de todos esos que forman los circos políticos y mediáticos, ya sería hora de pasar de tema, pero no, y en él tienen un filón personajes tan nefastos como incoherentes como la señora Ministra de Igualdad en funciones, mejor diría que de Desigualdad, que ha mostrado su capacidad y lo valía, sus méritos y hazañas al conseguir que en los últimos tiempos raro sea el día en el que no se conozca un nuevo feminicidio, haciendo que se bata el récor de este tipo de monstruosidad desde que llegó a su puesto.
El objetivo de criminizar al género masculino sigue en marcha y la progresía consiste en eso, en imponer la dictadura del feminismo más abyecto hasta que el globo explote, que, sin lugar a dudas, lo hará, y me atrevo a hacer una profecía del porqué: Sencillamente porque las propias contradicciones de estos movimientos radicales oficializados, las disparidades de intereses de esas ligas, colectivos y grupos o nuevos géneros artificialmente creados ya empiezan a manifestarse y acabarán por fagocitarse entre ellos más pronto que temprano.
Después y durante la polémica del beso llegó otro tema que a la Sra. Montero y su División Feminista extrema le resulto favorable: Manipular la muerte de la genial María Jiménez, María “La Pipa” como la conocí cuando joven. Que esta gran artista fue una luchadora descomunal es innegable, que tuvo que batallar por circunstancias duras, también lo es, que defendió las causas de los desfavorecidos y los estigmatizados, y ella misma superar una vida de malos tratos y resurgir no lo discuto. Pero hacerla ahora, después de muerta una especie de estandarte del feminismo no es decente. Ella luchó, batallo, superó enfermedades, superó situaciones penosas, y ningún colectivo, ninguna organización y ningún Ministerio de Igualdad estuvo a su lado. Ella sola, con valentía y un enorme esfuerzo superó los baches, sacó adelante su casa y mostró su valor y su capacidad para defender sus derechos como mujer sin agresividad ni ataques a nadie. María Jiménez fue un ejemplo de mujer, de artista, de madre y de dignidad sin necesidad de ningún otro calificativo.
Y como el beso fue poco, llegó Daniel, Dani, nuestro Daniel de España, que todos los días cubre parte de informativos y llama la atención del público. El célebre Daniel Sancho, un sujeto que, sencillamente, ha asesinado a otra persona, la ha cortado a cachitos y ha esparcido los trozos en las lejanas tierras de Tailandia. ¿Cuánto tiempo llevamos con este tema?- Y a todo esto sin saber que se pretende salvo tener al público entretenido con el culebrón, porque en el fondo, a nadie le importa un rábano el asunto y a lo más, la opinión generalizada entre las personas normales es que, sea por la causa que sea, es absolutamente reprochable matar a nadie.
Ya hasta se pone en duda la propia legitimidad de las autoridades de Tailandia, y se publican noticias lacrimógenas sobre la situación del “pobre Dani” en una dura prisión tailandesa, olvidando que en España las prisiones son muy duras, están también sobrepasadas en su capacidad, son conflictivas, y de hecho es frecuente conocer que suceden altercados y hasta se producen actos de violencia con resultados de muerte, puesto que una prisión es lo que es. Habría que recordar, antes de acudir a falsas sensiblerías, que existe un país, Estados Unidos, donde las prisiones no son precisamente hoteles de lujo y que incluso tienen la guinda del pastel con Guantánamo.
El asunto del prisionero Sancho es uno de los mayores disparates informativos de este país en este momento, algo de lo que todos opinan, incluidos los de mi gremio de leguleyos, partiendo de la base del desconocimiento de los principios que rigen el Derecho Penal y el Derecho Procesal de Tailandia, aunque todo esto sirve de trampolín, da ciertos momentos de gloria a quienes hablan, dicen, comentan… Unos aprovechan para volver a salir en la foto, porque ya hacía tiempo que no salían, otros para demostrar su categoría e importancia… Y este tema es lo que es: un monstruoso crimen que, además, se ha cometido con la falta de previsión de que el lugar elegido es uno de los que castiga el asesinato con pena de muerte, como en Japón, por ejemplo, o en muchos de los estados norteamericanos. Y aquí erre que erre, y que opine la novia, la ex novia, los amigos, los padres, todo sea por inflar la bolsa informativa. Ayer precisamente me preguntaba alguien sobre cuál es el papel de un abogado español en un asunto de este tipo.. Sencillamente me limité a decir que ninguno… Para actuar en otro país hay que cumplir unas condiciones de habilitación, y del desconocimiento de las leyes impide, además actuar con mínimas garantías para el defendido. He vivido muchos casos de estos y salvo en países en los que estoy habilitado y conozco su legislación, lo máximo que he podido hacer es encomendar la defensa a un colega del lugar concreto, muchas veces designado con la ayuda de las autoridades consulares españolas en el país, y facilitarle lo que me haya ido solicitando para ayudar en la defensa. ¡Lo demás es puro teatro y ganas de meter la pata!
Pero bueno, me temo que est tema dará mucho juego aún y generará mucha rentabilidad gracias al sagrado morbo nacional….
Y no he de pasar por alto un tema que también da sus coletazos veraniegos: Gibraltar. Gibraltar es un tema recurrente de uso común y ahora ha vuelto a empezar a encenderse. Este verano se ha comenzado a procurar impedir la fluidez de paso de un lado al otro de la verja con la aplicación de medidas más rigurosas de control, un bloqueo de hecho, legal, por supuesto, pero fastidioso, que le puede parecer perfecto a quienes no conocen la historia, ni les interesa conocerla, ni siquiera la del siglo XX y la propia Guerra Civil Española, la que yo suelo llamar Guerra Perpetua, puesto que, en realidad, todavía dura.
El caso es que hace unos días me vi sorprendido por el eco expansivo de las declaraciones de la supuesta. “ex de Fabián Picardo” el Ministro Principal gibraltareño, difundidas por diversos medios y canales con no poca e interesada publicidad.
Me pareció mentira que se pudiera sacar a la luz pública aquella información, las imágenes y los improperios que alegre y agresivamente soltaba una señora cuando por los propios medios de comunicación, y con solo tirar de imágenes de archivo, podían comprobar, para empezar, que la muchacha en cuestión dista mucho de ser ni haber sido, la mujer del Sr. Picardo.
Y luego oigo como sentado ante Risto Mejide, Picardo con mucha compasión hacia esa desequilibrada mujer del vídeo, que ya lleva un tiempo en tratamiento siquiátrico, lo aclaró todo. Ni tiene ni ha tenido relación con esa chica que ella misma, ya ha reconocido sus alucinaciones como esclava de las drogas que ha sido y que se sintió empujada a tales violentas declaraciones.
Es decir, que ha sido un montaje hábilmente manejado para desprestigiar a Picardo. Y aunque dicen que estaba grabado mucho tiempo antes, salió a la luz, curiosamente y miren ustedes por donde, a los dos días de que se convocaran elecciones generales en el territorio británico de Ultramar. Suele ser una táctica preelectoral esa de: “desprestigia, que algo queda”. Mira si queda que, a ver quien convence ahora al personal, que esa chica en tratamiento (eso lo dice todo) no es ni ha sido nada de Picardo. Pero ahí queda.
Y ahora más de lo mismo con un programa de radio de Canal Sur la emisora de Andalucía, cínicamente titulado “Perspectiva Andaluza” donde un tal Juan Miguel Vega se ha dedicado a dar caña a todo gas contra Gibraltar y su gente, programa que termina, contradictoriamente, con música de Albert Hammond, un músico mundialmente conocido, precisamente gibraltareño, aunque naciese en Londres por motivo de la evacuación de la Roca durante la II Guerra Mundial.
Siempre que se producen estas situaciones me remonto a tiempos del inefable ministro José María Castiella y su drástico cierre de la frontera, y siempre quiero recordar a los que en España se exceden en los tonos reivindicativos, algún que otro, inexplicablemente también del Sur, sin reconocer que, a pesar del férreo bloqueo, Gibraltar sobrevivió pero la comarca conocida como Campo de Gibraltar no y su economía cayó en picado.
Y hay que recordar que tras el mito de la evasión de capital y el contrabando de tabaco, probado está que de donde sale dinero en camiones es desde Cataluña, esa que quiere poner de rodillas a España, hacia Andorra, y es desde Andorra de donde el contrabando es más fuerte, pero no se dice, no suena…
Hay que recordar que ningún gobierno de España desde el tardofranquismo ha sido capaz de resolver el problema de la depauperación y decadencia de la zona limítrofe con Gibraltar. Ni el gobierno de Madrid ni el de la Comunidad Autónoma han sido capaces de mitigar el problema del paro con cifras apabullantes de 30 y 40 por ciento de paro, y siendo España el país de la OCDE con más porcentaje de desempleado, con el 11,6 % según lo publicado el pasado día 13 de este mes de septiembre, la Comarca del Campo de Gibraltar es la zona con mayor desempleo y la ciudad de La Línea de la Concepción bate el récor con el 29, 32 %. Me gusta que se recuerden estas cosas, así como que hay más de 15.000 trabajadores que desde La Línea cruzan a Gibraltar, pasando a diario la frontera de un lado a otro, de ida y de regreso y que esos puestos de trabajo dependen de las buenas relaciones y no es nada prudente tensar la cuerda porque si se perdieran esos puestos de trabajo, la tasa de parados españoles en la zona se acercaría más todavía al 50%. Y no se olviden tampoco los buenos ingresos que producen los residentes gibraltareños en la comarca, como reconoció un concienzudo estudio publicado por la Cámara de Comercio.
El recurso al comodín de Gibraltar como cortina de humo ante los problemas de España está ya manido y es muy arriesgado para los intereses de una población que sin contar con iniciativas válidas que la impulse, de no ser por sus trabajos más allá e la frontera estaría condenada a la absoluta indigencia.
Manuel Alba
Abogado en ejercicio