Hace muchos años me hubiera costado pensarlo, no se me habría pasado por la cabeza, y me atrevería a decir que no solo a mí sino a muchos, a la mayoría de mis coetáneos. ¡Hoy es una realidad, una dramática realidad!. Vivir en libertad es inviable, vivir en libertad es imposible, no solo en el entorno más próximo y cercano sino más allá de las fronteras que demarca grandes espacios de rigor monolítico en el pensamiento y en la acción, en el sofocante marco de lo impuesto como deber ser aunque muchos me dicen que exagero…
¡Qué exagero y que, además, si no me siento libre es por mi culpa, por no seguir el paso marcado por la sociedad, por el mundo, por este desarrollismo mecanicista brutal carente de otro interés que del poder absoluto deshumanizado! ¡Exagero! Y, además, si protesto contra quienes me hunden, me marginan, me amenaza, me amordazan, me imponen conductas contrarias a mi propio honor, a mi conciencia, a mis valores, me acusan de delincuente porque mis manifestaciones son de odio, porque mi no sumisión a lo inaceptable para mí es discriminación, porque cualquier cosa que siga o haga contra lo que la peor dictadura posible tanto a niveles de proximidad como a escala internacional constituyen una rebelión contra el orden internacional y los principios de los Estados o de los entes supranacionales que se escudan en unos reglas similares, el imperio de los sistemas de derecho que no son más que la forma de imponer a través de normas imperativas, restrictivas y coercitivas algo tan simple como la vieja regla de» lo que place al príncipe, tiene vigor de ley» («Quod placuit principis, legis haber vigorem») Ulpiano fijo esta idea de permanente vigencia, y antes era la legitimación de la arbitrariedad. En otras palabras, el príncipe tenía el poder de hacer lo que quisiera y sus decisiones tenían fuerza de ley, ahora también. Esta voluntad de un príncipe hoy representado por todo un sistema político cuya legitimación es perversa y cada día más alejada de la realidad se escuda en unas normas jurídicas que cimientan el poder y que no son menos normas, menos leyes, menos válidas que otras que en otros tiempos dieron cobertura a sistemas opuestos al de la presente generalización global del máximo despotismo, si despotismo fue la palabra que usó ese mito de la filosofía tan ensalzado y endiosado Enmanuel Kant cuando no tuvo reparos en escribir en su tratado sobre “La Paz perpetua” que la democracia es el camino hacia el despotismo.
En este estado de cosas no se puede ser libre, hay que ser meros números, piezas serviles que acaten las reglas y repriman sus propias facultades cognoscitivas, que se abstengan de pensar y se limiten a obedecer la voz del mando por su bien, su propio bien. ¿Y cuál es ese bien?: un puñado de arena de la montaña del materialismo universal. Ese es el premio al que se aspira en un lodazal llamado civilización en la cual, a pesar de las consignas se ha impuesto un nuevo concepto de lucha, de guerra , que se desarrolla en la cotidianeidad de la existencia: La encarnizada y feroz lucha por la gran desigualdad, la divinizada gran desigualdad del idílico paraíso de las falsas igualdades: La desigualdad económica, la ambición por tener, poseer, acaparar más que el de al lado mediante una constante lucha en las que valen todas las armas posibles porque en esta guerra las reglas morales y los principios éticos se reducen a la legitimación de cualquier medio para alcanzar el fin. Todo lo que genéricamente se conoce entre mis congéneres como mundo es el fruto de una idea universalista que bajo la denominación de civilización Occidental surgió de un falso, pero mítico, convencimiento de que todo lo proveniente de “Occidente” era bueno, y ese “Occidente” llegó a sustantivarse en la forma en la que el Estado formado por los colonos integristas y ultra radicales decidía conformarse y regirse. Aquellas colonias sublevadas que mezclaron los dogmas de los pre revolucionarios europeos con sus firmes convicciones extremistas en lo religioso y sus ansias de dominar, poseer y esclavizar a todo tipo de disidencia género en una especie de Imperio que deslumbró al mundo y que en un breve periodo de tiempo se convertiría en el abanderado de esa civilización de Occidente, a pesar de sus contradicciones internas, sus nunca resueltos problemas sociales y raciales, incluso de una guerra civil que en el fondo desde mitad del siglo XIX siguen pendientes de resolver. Estados Unidos de América, lo más nefasto que ha podido producirse para la humanidad, hoy reina en el mundo, en ese mundo Occidental, negando que existen otros espacios, otras culturas, otros modos otras formas de entender la vida y la convivencia, otras maneras de ordenarse de gentes diferentes , y tratando de imponer a sangre y fuego el principio de conmigo o contra mí, y el axioma de que lo que entiendo bueno para mí ha de ser bueno para el resto, lo quieran o no, porque a mí me conviene..
Pensar esto era antes ejercer la libertad de pensamiento, escribirlo era practicar la libertad de expresión, pero ahora es pura y simplemente ponerse en peligro y constatar que se es marginal, antisocial incluso. ¡Lo que ha cambiado la vida!. Esa idea de falso universalismo de un sistema que desde que les fracasó a los griegos hasta que los americanos lo adoptaron y supieron exportar con un barniz de pseudo derechos y falsas libertades solemnemente proclamadas ha pasado muy poco tiempo si lo contamos pasando páginas de los calendarios y demasiado si lo hacemos constatando la vertiginosa velocidad de unos tiempos que han desechado todo principio de estabilidad, de firmeza y que venden como permanentes unos fundamentos o ideas cuyo carácter principal es su efímera perdurabilidad.
Hoy prevalece en ese mundo occidental que pretende ser universal y que nunca lo será, un modelo único que se afianza en la idea de lo multinacional y se justifica en la existencia de entes plurinacionales como las Naciones Unidas, La OTAN, la Unión Europea, pero que tanto formal como materialmente se enroscan en el gran padre americano, incluso aquellos países que fueron más reacios a la invasión social, cultural y económica de los norteamericanos se aferran al modelo y siguen sus consignas, incluso hasta los grupos o partidos que un día se manifestaron como sus más encarnizados enemigos han sido abducidos. Yo conocí aquellas tierras donde hice promesa de no volver, y lo hice mitad por obligación, mitad por curiosidad… lo que vi me llegó a prometerme no volver nunca más. Entonces gente que militaba en paridos de izquierdas, comunistas, cuando estos existían, socialistas de los que se oponían a Gonzáles, o algunos miembros de aquella pandilla de amigos que se fue a Libia para que Gadafi les llenara las alforjas para en fracasado movimiento andalucista y su P.A. me increparon por mis excursiones a yankilandia, donde el nefasto y aún superviviente Jimmy Carter del parrido Demócrata, reinaba en la Casa Blanca… como siempre, me toco aguantar chaparrones de quienes hoy, 44 o 45 años después veneran y adoran a Joe Biden ahora. Lo curioso es que los americanos no han cambiado nada ni en sus ideas, ni en sus prácticas, pero los demás sí.
Y hoy seguimos, en estos días especiales en los que todos son demócratas, algo ya viejo, porque hasta la Iglesia Católica de ese llamado Papa Francisco parece haber descubierto ahora la pólvora… Ya en la Revolución un obispo y diputado girondino, Claude Fauchet proclamó que la democracia era una institución divina y que Jesús murió por la democracia universal, fue un gran revolucionario y activista pero la gente debía recordar que la Revolución Francesa pretendía de todo menos la implantación de la democracia, y el obispo Fauchet acabo guillotinado. acabo guillotinado. acabo guillotinado. Pio VII también decía que para ser buen cristiano había que ser buen demócrata…. La Iglesia se acomodó a la occidentalización, conservando, eso si su forma teocrática y absolutista de gobierno como Estado Vaticano, igual que ahora hace este señor que divide a los fieles sin el menor escrúpulo bajo la idea e que hay que acercar y adaptar la Iglesia Católica al mundo actual, algo que ya empezó a fraguarse hace mucho y que empezó a tomar cuerpo en el Concilio Vaticano II. El poder de la Casa Blanca ha logrado domesticar a la Iglesia oficial, aunque veremos si los creyentes pasan por el aro o no, pero hasta la famosa infalibilidad del Papa se la han cargado porque lo que dogmatiza uno lo cambia el siguiente. Y si esto refiero es porque hasta en este aspecto, el religioso, crucial en mi vida, me han coartado.
Comprendo que para mis congéneres estas son meras disquisiciones de alguien que se ha quedado atrás en el tiempo, de un nostálgico de un pasado innombrable que además se debate en su empeño de llevar la contraria mostrándose a favor de quienes los demás están en contra. Lo tengo asumido, y comprendo que puedo estar agotando la paciencia de muchos manteniéndome en el convencimiento de que las democracias presentes, todas, son unas pesadas bromas oligárquicas que imitan aquel remedo de la Atenas de Pericles que se impusieron como sistema los independentistas de Estados Unidos sin distinguir la democracia como sistema de la democracia como ideología. Entiendo que decir que el despotismo democrático crece a pasos agigantados ante el incomprensible está feo y resulta poco correcto, pero cuando veo, por ejemplo, el caso español y me fijo en las figuras de su parnaso político, como el Sr. Sanchez, o el Sr. Freijoo, Yolanda Díaz, Irene Montero, el despeinado Sr. Puigdemont, el ya beatificado Sr. Otegui y, en definitiva, todos, absolutamente todos los ejemplares de una fauna que se supone que deberían ser primus inter paribus, y no solo los de ahora, son los de antes, y los anteriores, y los que les precedieron, solo me cabe pensar que seré aún menos libre y estaré más presionado mañana, y pasado más.
Hoy me puse a escribir con una noticia golpeándome en la mente,: un atentado en Bruselas con dos muertos por lo menos, en el contexto de lo anteriormente dicho, y de toda la fuerza de mis convicciones, este asunto que se tomará como uno más, un hecho aislado sobre el que no se ha de generalizar, refuerza mis ideas y me reafirman en mis palabras… Esto pasa, ha pasado y seguirá pasando porque se vive con la fe en un mito, se existe dentro de un mito y se trata de salvar al mito a costa de cualquier precio porque no se quiere, no se desea, no se admite que el mito es falso, no sirve, no ayuda a armonizar la convivencia en la Tierra sino que en la medida en que se trata de expandir produce destrozos irreparables, un mito que solo sirve para mantener la apariencia de que un mundo mejor solo puede ser un mundo económicamente más poderoso y que solo es progreso aquello que incumbe exclusivamente al ámbito material. Un mito como la democracia encuentra en estos actos que llamará aislados, y yo señalaría como cotidiana y habitualmente aislados, o en los conflictos armados entre países, o en cualquier fenómeno de descomposición aunque sea ocasionado por fenómenos naturales, sean terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas, causas para justificarse.
Mañana seré menos libre, estaré más coaccionado y reprimido que hoy, pero recordaré que hay todavía una esperanza, y es que los mitos son tales, se veneran, se respetan, se idolatran e incluso se mata y se muere por ellos hasta que por algún rincón surge la duda, hasta que se le pierde la fe… Entonces el mito cae y se constata que era falso.
Mañana seguirán queriéndome convencer de que mi vida es un error.
Manuel Alba
Abogado en ejercicio
Una Lección
Tendríamos algo que aprender de cosas que pasan muy cerquita y con independencia de cualquier tipo de consideración ajena a lo que quiero exponer aquí y ahora, pues es algo en lo que deberíamos de estar de acuerdo todos sea cual sea la ideología de cada cual.
No voy a repetir aquí y ahora lo que nadie quiere saber ni entender, ni hablar de isocracia, isonomía o concepto de demos, puesto que lo que ahora impera en el mundo es un sistema que llaman democracia pero que no es sino que el propio Kant en su tratado titulado “La Paz Perpetua” ya sentenció aunque en nuestros días ni los más entusiastas elogiadores del filósofo quieren recordar ni reconocer: Decía que la democracia era el camino hacia el despotismo y eso es lo que ahora existe, despotismo representativo.
Pero no me toca hoy extenderme en eso sino pensar que como es posible que en lugares como España y no ya solo en torno a la gobernabilidad nacional después de unas elecciones, sino a los niveles más de cercanías, más humanos, se producen controversias, ingobernabilidades, interinidades en la gobernación, por ejemplo a nivel de las elecciones municipales y en lugares donde todos se conocen. Allá por el siglo V a.de C. Atenas era un espacio donde se creía en las llamadas tres hijas del tiempo: la eunomía, es decir, el orden; la dikê, justicia; y la eirêinê, la paz, en un contexto donde el nomos, la ley y el èthos, el derecho alcanzaban a una población , en la que contaban a la hora de decidir los que tenía cualidad de ciudadanos.
Y en aquellos tiempos, ya Pericles señalaba que solo era posible donde el gobernante conociese el nombre de cada ciudadano, algo que incluso con la degeneración del concepto actual, con el sistema de despotismo representativo, podría tener cabida a nivel de pequeñas comunidades, a nivel de lo municipal. Sin embargo no es así y el desentendimiento, los intereses partidistas y el desplazamiento de los intereses de la comunidad por los valores impuestos por los partidos producen las situaciones que vivimos.
Así, tras insufribles campañas electorales vienen periodos de ínterin en los cuales se amasan y propician las componendas, con esos plazos largos en los que salen aprovechan los últimos coletazos de sus mandatos ni no han de continuar y los que entran ven de qué forma lo hacen y junto a quienes… ¡Democracia representativa occidental, y es lo que hay!
Hoy, sin embargo, traigo un ejemplo de un lugar un poco distinto, muy distinto al que se le tiene condenado al ostracismo, hacia el cual o se mantienen posiciones de feroz ataque o la más absoluta indiferencia, un sitio que se llama Gibraltar.
Nadie ha dicho que ha habido elecciones en Gibraltar, ¿para qué’, ¿eso que nos importa?, pero si, las ha habido, y casualmente ese territorio es lo más semejante a aquel del que hablaba Pericles, porque todos conocen a todos, todos se conocen casi por su nombre, o por lo menos se ven por las calles, tal y cual ocurre en un municipio mediano de cualquier lugar de España.
Si, ha habido elecciones, y reñidas, que no peleadas, sin descalificaciones y escándalos previos y lo más grandioso, como todos se conocen, como debería pasar aquí, al menos a nivel municipal, han votado, elegido, y los resultados se han proclamado en la madrugada del día 13 de octubre, ¿y saben que ha pasado?: ¡A las 9,30 de la misma mañana han tomado posesión los cargos electos y el gobierno! Además, y muy contrariamente a lo que acostumbra hacerse en otros lugares, no encabeza ese gobierno el candidato más votado, el Dr. García, sino el segundo, el Sr. Picardo, todo porque no se ha de cambiar lo que bien ha funcionado!
Creo que en cuanto a las formas y el interés público, Gibraltar nos da una lección en cuanto a democracia.
Manuel Alba
Abogado en ejercicio
Terror en Israel y Gaza
Comprenderlo todo
¡No comprendo nada, o tal vez lo comprendo todo!, es un dilema ante situaciones que se contemplan, se comentan, se censuran o se encomian, según quien o quienes, y que saturan las cabezas de los ciudadanos, bueno, no de todos sino de aquellos que todavía prestan cierta atención a las noticias y al desarrollo de los acontecimientos dentro y fuera de nuestras fronteras. Ahora andamos con el tole que tole de la posible amnistía a un delincuente y hay un cierto clamor por lo que supondría de subversión del orden constitucional, como si en este país eso del orden constitucional, en el fondo, tuviese algún significado. Se habla incluso de un PSOE bueno y otro malo y se sigue olvidando la historia, incluso la del propio partido. Los que hoy se rasgan las vestiduras desde el propio socialismo español son aquellos que los días 13 y 14 de octubre de 1.974, hace ahora justo 49 años, en el célebre Congreso de Suresnes, en Francia, tomaron el poder en el Partido, con el apoyo de Willie Brandt, el líder socialdemócrata alemán, y sacaron de la dirección a los líderes históricos capitaneados por Rodolfo Llopis. Ahora a González, a Guerra, a esa vieja guardia de un socialismo pretendidamente bueno los ha desplazado el sector de Sánchez, de Zapatero, un socialismo más radical y rotundo, más de la vieja tradición de los tiempos de la Republica y la Guerra Civil. Ahora no hay un comunismo fuerte y combativo como en 1.974 y ya no necesitan los socialistas ningún tipo de moderación socialdemócrata, y vuelven a los tiempos anteriores a aquellos días de octubre de 1.974, y no han necesitado ni un congreso, ni reunirse como entonces en el teatro Jean Villar de la localidad francesa, sino que se han impuesto por la vía de hecho, la vuelta a las tendencias de Indalecio Prieto y de Largo Caballero, la línea dura, aunque desideologizada, exclusivamente metodológica para dominar masas y mantener el poder.
Rodo eso a la gente le da igual, absolutamente igual, incluso aunque haya voces que clamen por el constitucionalismo y por la necesidad de permanecer en el sistema implantado en 1.978. Al fin y al cabo todo es mutable, todo si la gente lo apoya y no se revuelve, si la gente no grita ¡basta ya!, pero no en manifestaciones callejeras, remedo político de la afición carpetovetónica a las procesiones, sino en acciones concretas, todo puede ser cambiado si un líder mesiánico, con una capacidad de maniobra, con una habilidad táctica y una ambición desmesurada como lo es Pedro Sánchez, logra, paso a paso, el objetivo marcado.
A mi juicio, es precisamente la chapuza de 1.978, tenida como obra maestra de la ingeniería política, la que ha traído estas consecuencias, aquella chapuza del café para todos, del otorgamiento a Cataluña y Vascongadas de una representatividad parlamentaria totalmente desacorde a la proporcionalidad de sus poblaciones, para tener contentos a los dirigentes de ambas regiones, con una atomización del Estado y la creación de una falsa realidad de España son la causa de todo lo que vemos y lo que nos queda por ver. De aquella chapuza se ha ido degenerando a esta situación caótica, aunque no reconocida, en la que la desigualdad entre los españoles cada día es mayor y la división, el fraccionamiento de la sociedad es cada día más visible. Aquellos que tejieron el canasto del proceso de 1.978 lo hicieron con mimbres envenenados y lograron sacar adelante una solución temporal a sabiendas de que supondría con el transcurso de los años la generación de un clima de enfrentamientos y tal vez de más graves conflictos. Así una jefatura del Estado que no tiene la mínima prerrogativa, salvo la del mando de las Fuerzas Armadas, unas Fuerzas Armadas que se comenzaron a desactivar a partir de la famosa Ley de Reserva Activa y que no podrá nunca cumplir la misión de mantener la unidad de la patria y la defensa del Orden Constitucional por varios motivos, uno de ellos por estar mayormente esparcidas por el mundo enfrascadas en misiones y conflictos totalmente ajenos a los intereses nacionales, la segunda por estar compuestas por mercenarios en gran medida extranjeros, sin ningún tipo de lazo sentimental con España, la tercera porque ya resultan desconocidas, cuando no despreciadas por gran parte de una población joven que no ha sido instruida para respetarlas y alas que se le ha inculcado que son herederas de la famosa represión franquista. ¡Me río yo de lo de la tan cacareada represión franquista: jamás hubo un ejército peor pertrechado y equipado que el de ese periodo franquista, que se manejaba con los restos del equipamiento de la Guerra Civil y después con la chatarra que le mandaban desde Estados Unidos! ¡Si hasta 1.969 o algo después los aviadores españoles, como mi padre, pilotaban aviones Heinkel 111 o Junker 52 de la II Guerra Mundial!
La realidad es que todo se comprende en una España que ansiosa de modernidad se despedazó para ser europea, y, por ser demócrata, se hizo tan radicalmente conversa que pasó todas las líneas rojas. La realidad es que hay un Rey que ni reina, ni gobierna, ni ejerce el mando de las Fuerzas Armadas, un Primer Ministro, porque lo de Presidente de Gobierno nunca me gustó, que ejerce como Presidente de una República Coronada y un estado de crispación latente que tiene dimensiones desproporcionadas aunque aún no se nota lo suficiente. Todo se admite, de momento y todo parece estar bajo control, en manos de quien es, indiscutiblemente, un prodigio de habilidad y un magnífico estratega, al que se podrá descalificar como se quiera, al que se le podrán atribuir todo tipo de abusos, engaños, deslealtades pero que posee la capacidad de llevar su pensamiento, su objetivo, a la práctica a través de una voluntad inquebrantable y una capacidad de acción a prueba de todo tipo de obstáculos. Si Francisco Largo Caballero se consideraba el Lenin español, Pedro Sánchez es el Stalin de guante blanco que nos encamina hacia la ingobernabilidad, detrás de la cual podrá justificar su indiscutible marcha hacia un totalitarismo personalista, como mal menor.
¿Remedio a la situación?. ¡Ninguno!, y se va a ver. Sabe jugar y ganar incluso ante esa decadente Unión Europea que ya no sirve más que para promover conflictos y arruinar Europa, lo que queda de Europa, sembrando discordias por todas partes. Unión Europea dividida, reunida en Granada, con él, con Pedro Sánchez actuando como protagonista, con el Rey y su esposa en el papel de actores secundarios y con un Zelensky crecido y apoyado por esta España peculiar y en estado crítico. No hay unidad ya entre los países miembros de la Unión sobre los apoyos a Ucrania, pero Sánchez sabe aprovechar las circunstancias y el momento para tomar la bandera de ese país y jugar a paladín de la paz y cruzado anti tuso en un día en el que precisamente el ex Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker denunciaba nuevamente que el país donde manda Zelensky es el más corrupto de Europa, la corrupción ha tocado de lleno al propio Ministerio de Defensa, calificó al país como «totalmente corrupto», pero da igual, y eso es lo dramático.
Todo lo comprendo desde la perspectiva de quien aspira al poder por el poder, sin ideales, sin patria y sin bandera, siendo seguido por media España que le vota y con el enfrentamiento timorato de otra media España, de la cual una buena parte confía, no sé en base a que datos objetivos, en un supuesto partido de centro derecha, derecha moderada, o como quiera llamarse, tan huérfano de ideas como de liderazgo y culpable históricamente en buena medida de los desmanes del presente, ese Partido Popular que cada día es menos popular para sus propios creyentes y que sigue haciendo creer que hay unos socialistas buenos y otros perversos, cuando en realidad solo existen Sánchez y los suyos, y los otros: González, Leguina, Guerra, etc… están fuera, están amortizados y sin capacidad operativa ninguna para plantarle cara.
Comprendo que haya mucha gente que quiera irse de España, y reconozco que si no fuera por mi edad y mis circunstancias, yo lo haría… pronto, más pronto que tarde, esta apariencia de equilibro fracturará y se pasará de las palabras, de los susurros de hoy, a los hechos. Es tema tabú plantear la posibilidad de una ruptura violenta en España, pero la sociedad está envenenada por una dictadura de una izquierda incongruente y no me cabe la menor duda que si cambian las circunstancias, si los conflictos que acontecen por otras tierras se resuelven por los cauces previstos y la Unión Europea se sigue ahogando en su crisis, si la decadencia americana se acrecienta es decir, si cambia el entorno, aquí podría pasar de todo, cualquier cosa, nada bueno, y las sombras del pasado, de ese pasado al que tan recurrentemente se alude, pueden resucitar con todas sus consecuencias.
Manuel Alba .
Amortizando a un Rey
Me gusta la ironía, decís que soy polémico y provocador, y lo acepto de buen grado, dando hoy un paso adelante más en i incorrección política, voy a escribir algo que puede ser bastante mal recibido por el gentío, pero como lo veo, mirando al incierto futuro, lo voy a exponer.
Empezaré por una breve reseña histórica sobre un hecho del pasado que no se quiere recordar, que no se debe recordar, que no es prudente recordar: El 22 de noviembre de 1.975 las Cortes Generales según la legalidad vigente entonces, proclamaron Rey al Príncipe de España, para unos, Príncipe de Asturias para otros, y yo, con 18 años poco antes cumplidos era de estos otros. Era el momento de la sucesión del anterior Jefe del Estado del modo y las formas que éste habia previsto en una de sus Leyes Fundamentales y que había tenido ya un acto previo en la proclamación del sucesor a título de Rey, donde ya se había previsto también que aquella Monarquía que sucediera al mandato vitalicio del General Franco fuese nueva, instaurada, no restaurada, haciendo énfasis en que había un cierto grado de conexión con la tradición histórica de la Corona a través de la persona del sucesor, pero que todo el sistema del nuevo régimen monárquico respondería a otros conceptos e ideas.
La Monarquía histórica estaba representada por D. Juan, Conde de Barcelona, para cuyos partidarios era Juan III y no era precisamente el proyecto de Franco darle ni la mínima apariencia de legitimidad continuista a su nueva Monarquía. Se previó todo, absolutamente todo, y uno de los detalles que se afinó agudamente era el nombre con el que el sucesor habría de reinar. El Conde de Barcelona se llamaba, y esto pocos lo recuerdan, Juan Carlos, Juan Carlos Teresa Silverio Alfonso de Borbón y Battemberg y efectivamente debería haber reinado como Juan III de haber logrado la restauración histórica.
El sucesor que Franco se designó el 22 de julio de 1.969 y no quiero incidir en más detalles que los justos: Recaía la sucesión nada más y nada menos que en el hijo primogénito del Conde de Barcelona, por lo tanto, para los monárquicos legitimistas el Príncipe de Asturias, cuyo nombre resultaba ser Juan Carlos Alfonso Victor María de Borbón y Borbón. Y no quiero entrar en narraciones extensas sobre las causas, las razones por las que desde 1.948 el joven hijo del Conde de Barcelona se formó bajo la tutela de Franco en España, alejado de su familia y recibiendo un tratamiento cuasi paternal del Jefe del Estado… Tampoco quiero reabrir heridas de memorias históricas desmemoriadas recordando las apariciones del joven príncipe junto al que hoy está considerado un ser abyecto y terrorífico, el General Franco, en actos oficiales de toda índole e las cuales, además hay multitud de material fotográfico y cinematográfico al que me remito, porque no es de estas cuestiones de lo que quiero tratar.
Para demostrar la discontinuidad de la nueva Monarquía estableció Franco dos bases: La primera sería la creación de un nuevo título para el príncipe de Asturias, que sería el de Príncipe de España, y la segunda, de marcada raíz histórica, sería que imponía que ese Príncipe de España, cuando a su muerte reinase lo haría llamándose Juan Carlos I. Nunca en España se había conocido que reinase un Monarca con un nombre compuesto pero Franco tenía sus razones: Si el pretendiente al trono, el Conde de Barcelona, llamado, como se ha señalado, también Juan Carlos, hubiese subido al trono se habría llamado Juan III, y Juan III le llamaban sus seguidores. A su hijo le hubiera correspondido ser Juan IV, y para evitar tal hecho y reiterar que había una ruptura con el antes para empezar de nuevo un después, aquel 22 de julio de 1.969 se anunciaba la designación del Príncipe de España, como sucesor en la Jefatura del Estado a título de Rey, y reinaría como Juan Carlos I.
Todo esto, hoy aparentemente intrascendente, condicionó mucho los sucesivos acontecimientos, y no loa quiero señalar por ser conocidos de todos, o al menos deberían serlo. Al ser designado sucesor aquel primer y único Príncipe de España, era un hombre casado con la princesa griega Sofía, a partir de aquel día Princesa de España, cumplidos los treinta años, padre de dos hijas: Elena y Cristina, y de un hijo barón, Felipe y se había esperado al nacimiento de este último para consolidar el proyecto sucesorio.
Después vendrían tantos y tantos acontecimientos que sería tedioso recoger aquí, y aunque la Monarquia d Franco duró muy poco y un régimen constitucional de Monarquía Parlamentaria lo sucedería, incluso se consiguió que el Conde de Barcelona cediera la “legitimidad dinástica” a su hijo, algo ridículo que se efectuó de un modo más ridículo todavía, porque nunca se volvieron a respetar las reglas de la tradición de la Corona y normas que para algunos, como es mi caso, no están derogadas, como la Pragmática Sanción de Carlos III, con implicaciones y consecuencias graves, muy graves, especialmente en materia de matrimonios de los herederos de la Corona y demás miembros de la Familia Real.
Y lo dejo ahí, pues a estos temas ya le saca bien la punta el veterano periodista Jaime Peñafiel… pasemos por alto incluso grandes y graves acontecimientos para centrarnos en el caso concreto de la mitificación y sublimación del Rey Juan Carlos I, un ser providencial, un milagro para España, ser ejemplar y siempre loado en torno al cual una cortina de protección no dejaba traspasar ningún ápice de comportamiento negativo. Nada se le discutía ni oponía, ni el hecho de enviar a estudiar al heredero, ya Príncipe de Asturias nuevamente, al lejano Canadá, en manifiesto desprecio a la enseñanza del país en el que reinada y en el que él mismo se había formado. Todo en torno a los Reyes era virtuoso y ejemplar.
Cuando crecieron los hijos, las Infantas casaron con personajes nada regios, y lo hicieron antes que el heredero. Total, se decía que la Pragmática Sanción de Carlos III no servía era ya papel antiguo y derogado, aunque a las hermanas de Juan Carlos I, Juanito para la familia, se les había aplicado con rigor y ninguna de las dos se casaron antes de que el futuro Rey lo hiciera, y hubieron de renunciar a sus derechos sucesorios porque sus maridos no eran de igual rango. Después pasaría lo que también debiera ser de todos conocidos.
El heredero, Felipe, Príncipe de Asturias, había tenido varias novias, también de desigual rango. ¡Pobre Conde de Barcelona que se murió creyendo que su nieto haría lo que era su deber!. Finalmente eligió a la periodista Letizia, con “z” Ortiz de familia no precisamente afín a la Corona, y como, insisto, la Pragmática Sanción se decía que había sido superada y derogada por la Constitución d 1.978, pues ¡adelante!, y evito entrar en mayores consideraciones, pero me voy acercando a donde pretendo:
¿No es mucha casualidad que desde que la Princesa de Asturias, consorte del Príncipe Felipe, entró en la familia, empezaran las discordias?. Empezó entonces a salir a la luz lo que era de conocimiento cuasi público, que el matrimonio entre el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía era una falsa y un permanente conflicto, comenzó un alineamiento entre los Príncipes de Asturias y la Reina Sofía, se fueron a pique los matrimonios desiguales de las Infantas y se empezó la campaña de acoso y derribo al Rey, que pasó de ser lo más insigne, lo más glorioso de la España del presente, el conductor y guía del cambio al Estado Democrático, el ejemplo a seguir por todos a convertirse en un ser infame, corrupto y despreciable que le había dado una terrible mala vida a la mártir Reina Sofía. Y aquí quería llegar.
Siempre vi en la esposa del actual Felipe VI una ambición desmedida, la periodista que como Cenicienta, encontró a un príncipe en su camino, pasó a ser la protagonista indiscutible que con voluntad férrea e ideas muy claras minó desde dentro las relaciones de la familia Borbón, y a los hechos me remito. Así se llegó a la situación límite en la que los que habían sido los aduladores mayores de Juan Carlos I, los juancarlistas, abandonaron al Rey, y éste, presionado por todos, cedió a los chantajes y “manifestó su deseo de abdicar” el 2 de junio de 2.014. Realmente pienso que aquello fue un golpe de estado palatino que no resultó como se pudo prever. Juan Carlos I había sido amortizado aunque el acoso no paró hasta que el desde entonces nombrado Rey emérito no se exilió en los Emiratos Arabes Unidos. A muchos le vino a lamente que el triunvirato formado por Felipe, Leticia y Sofía había fraguado esta aniquilación en vida del otrora alabado Rey.
La Reina Emérita no parece que haya sacado partido de la nueva situación a juzgar por sus relaciones con su nuera… Y las imágenes públicas de la Reina Letizia, con “z” con el Rey o sus hijas deberían dar que pensar a la sociedad sobre el presente y el futuro de la Corona. Nuevamente, con olímpico desprecio al sistema educativo de la España en que reinan, las hijas de los Reyes han sido enviadas a un país extranjero, y sobre ellas, la Princesa de Asturias, Leonor, y la Infanta Sofía, una férrea disciplina y un blindaje absoluto impuesto por su madre hacen que éstas sean poco conocidas, por lo “exponerlas excesivamente” ante la sociedad.
Llegado aquí, este es el momento de mostrar mi insolencia puesto que, guiado por mis propias observaciones, no veo muy claro el futuro de Felipe VI como Rey de España, y creo que nadie se ha atrevido hasta el momento a comentar este tema. Y es que contemplo día a día con un rigor rotundo todo lo que se da a conocer en torno a la Corona ya esa Familia Real restringida a lo mínimo posible. Veo con cierto temor el modo en el que se ha generado un auténtico culto y devoción hacia la Reina Consorte, los alagos a su elegancia, su presencia… se ha creado lo que llamo un “Letizismo” que puede traer consecuencias.
¿Cuáles? Pues aquí lanzo lo que opino: La Princesa de Asturias alcanza ya la mayoría de edad y su madre, que no se debe olvidar que durante la minoría de edad de la heredera y en caso de necesidad por incapacidad o muerte del Rey sería la llamada a ejercer la Regencia, bien es sabido la influencia que tiene sobre ella y su hermana la Infanta Sofía. La ambición es mucha y no me extrañaría que en breve otra campaña de “desmitificación” por decirlo suavemente, del Rey Felipe VI, al estilo de la que llevó a su padre Juan Carlos I a acabar fuera de España, desprestigiado y vapuleado por todos lados, le llevase a “manifestar su deseo de abdicar”, pues desde su propia casa, como ocurrió con su padre, se le considerase ya amortizado en un contexto social de empoderamiento de la mujer y como muestra de esa modernidad y ese avance social de la España actual.
Manuel Alba
Abogado en ejercicio
El Primo de Putin
Me dicen que exagero cuando manifiesto que jamás me he sentido menos libre, más coaccionado, más amenazado en mi seguridad, y más sometido a un sistema totalitario que en esta época de totalitarismo de partidos y de pérdida de libertades. Curiosamente, suelen ser los mismos que me achacan esa exageración los que constantemente me están advirtiendo para que no diga tal o tal cosa, para que no opine sobre determinados asuntos porque puedo ser represaliado, que si me manifiesto en determinados sentidos habrá sectores que harán de mi vida un calvario, o que incluso que procure salir lo menos posible por algunos sectores de la ciudad y a horas poco concurridas porque hay mucha delincuencia. ¡Y es que la vida actual es así hasta el punto que los mismos que dicen que exagero, los mismos que dicen que jamás se estuvo mejor que ahora y se sienten amparados en el ambiente social del presente, reconocen como evidente la existencia de represión a la libre opinión, la censura de las ideas y hasta el recurso a la violencia intimidatoria para quienes se salen del margen marcado por unos cuantos, esos que arrastran a las masas y manipulan las metes de la ciudadanía, y admiten que en las calles hay un indiscutible clima de agresividad y una violencia que antes se desconocía!
Los de mi generación y los supervivientes de generaciones anteriores que aún quedan hemos constatado los cambios sociales operados y por lo general nos llevamos las manos a la cabeza, y eso con independencia de modos de pensar e ideologías, aunque, ciertamente, aquellos que se encuentran vinculados de una u otra manera a determinadas corrientes de acción y pensamiento has sabido reprimirse como pueden y se han autodomesticado por sus propias conveniencias a pesar de ser conscientes que jamás se creyó que podría llegarse tan temprano a la consagración de los disparates y las atrocidades que vivimos llegándolas a asumir como normales, necesarias y metas históricas de la humanidad.
Protestar es inútil, opinar es nocivo si se ha de hacer contra los espejismos del supuesto idílico presente. ¿Qué queda?: ¡Esperar el cambio!, una espera que cada persona consciente en que ha de llegar se plantea de una manera.
En la parte del mundo que un día fue fuente de ideas, ingenio, en el cual cada país se desarrollaba guiado por sus propios procedimientos y bajo sus propios usos y costumbres, eso a lo que se llamó cultura, las sociedades comenzaron actuando, bien por imitación, bien por imposición de otros más fuertes, las sociedades han ido mutando hacia un comportamiento unitario tomando como modelo el ejemplo de organización de la vida pública, las costumbres, las aspiraciones y todo aquello que encandiló de una nación que había surgido con la unión los desechos y de los proscritos de otros mundos a los que se unieron aventureros buscadores de fortuna, conquistando territorios al otro lado del Atlantico usando y abusando del genocidio contra los pueblos nativos. Esa falsa nación compuesta por una federación de provincias, estados les llaman ellos, donde se asentó además una moral farisea impuesta por el puritanismo, ese puritanismo del que Oscar Wilde decía que los ingleses se habían librado pero a los que me refiero, los norteamericanos, conservan en pleno vigor y que han reenviado a lo que se llama Occidente, ese lugar donde el mismo Wilde, quien ya preveía la invasión yanqui, hablando de su experiencia americana, refiera que al comentar, tras la lectura de su biografía a unos ciudadanos presuntamente cultos, que Benvenuto Cellini llevaba muerto hacía mucho tiempo, alguien del público le pregunto si se sabía quién le había disparado, o comente que en un lugar donde celebró una reunión se quedó pasmado con un cartel que decía “Por favor no disparen al pianista, hace lo que puede” y sobre el que otro autor, Georges Duhamel, también advirtió en sus “Escenas de la vida futura” de 1.930: “Podremos descubrir, antes de veinte años, todos los estigmas de esta devoradora civilización, en los miembros de Europa” decía este autor, escritor, médico, poeta, francés, aterrado por aquella sociedad de consumo que se presentaba ante sus ojos desnuda de alma y atractivo, cuyos fundamentos eran exclusivamente el dinero, el triunfo económico, la producción en masa, la publicidad y las reglas morales puritanas. Duhamel profetizó que en veinte años, a contar desde el momento que escribía, esa mal llamada “civilización norteamericana” iba a imponerse inexorablemente en Europa y su vaticinio de cumplió, con la invasión posterior a la II Guerra Mundial.
Y todos los estigmas, efectivamente, todos los vicios y males de unos usos y costumbres antihumanos de Norteamérica se fueron asentando en los diversos países de Europa abducidos por los mitos de la prosperidad y del progreso hasta el punto de haber perdido las propias entidades y esencias nacionales, de haber convertido a los pueblos y naciones en súbditos o subsidiarios de esos fundamentos, de esos intereses, y de esas ambiciones expansivas. Hemos adoptado todos los vicios, porque virtudes, lo que se dice virtudes, a los ojos de un español, europeo tradicional, pocos son los que adornan a ese país invasivo, a esa cultura de lo inculto, a esa sociedad que envidió, y a la vez despreció, a los ciudadanos de nuestro continente hasta que pudo someterlos.
Y volviendo al principio, en nuestros días no hay libertad ni para decir esto cuando estamos sometidos a los designios del Imperio Yanqui, un mundo que se sostiene con pinzas por sus propias contradicciones, cuya violencia, falta de escrúpulos y ambiciones hemos tomado por herencia, un sistema que a duras penas se sostiene con sus quiebras raciales, su racismo innato y natural, su desprecio a la pobreza, aunque sea la de sus propios ciudadanos, con sus grandes contradicciones pero que tiene la habilidad de taponar sus graves goteras, sus crisis internas, buscando siempre un motivo para fomentar conflictos y emprender guerras fuera de sus fronteras, bajo la excusa de la defensa de la democracia y las libertades.
Estoy en un país, mi país, o el que fue mi país porque ya casi ni lo reconozco, en el que, precisamente, por las atrocidades políticas que vivimos, y con las que todos parecen conformarse, en el que las coaliciones de gobierno vienen manteniendo un sistema frente populista en el que la manipulación y el ejercicio del chantaje, la delación, la envidia y el rencor social es propio de los regímenes contra los cuales el Imperio Yanqui pretendió defender al mundo, el de los tiempos del comunismo práctico, el sistema se ve reforzado, apoyado por Norteamérica porque se está en alianza con sus intereses. Uno que ha visto a lo largo de la vida como desde Washington se han puesto y depuesto gobernantes sin ninguna consideración, y al que hoy se ha apoyado mañana se le ha sacado del poder incluso con los pies por delante, no tiene más remedio que recordar lo que pasó con Salvador Allende en Chile, con Noriega en Nicaragua, o como al Sha del Irán se le apoyo para luego traicionarle, y esos son meros ejemplos, ve con asombro como no parece que la deriva hacia el extremismo y el separatismo de España no sea causa de preocupación para la poderosa Casa Blanca.
Estoy en un país que ha borrado por Ley la parte que le convenía a un sector en el poder y en el que no es precisamente el orden u el progreso lo que impera, en un país cuya integridad física peligra, si bien esa integridad se fue disolviendo desde que el primer Rey de la España Imperial y unida, Felipe II, empezó a perder territorios por su obcecación, un país, España, que debe también a los Yanquis la pérdida de los últimos territorios de Ultramar en América y en el Pacífico con la guerra a traición que nos declaró el Presidente William McKinley, un país que desaparecerá cuando ya esté amortizado para Norteamérica, pero que de momento está en guerra, guerra no declarada pero indiscutiblemente en la que se participa porque se envían armas y equipamiento y tal vez pronto tropas, por la debida obediencia y sumisión a intereses totalmente extraños.
Y este es otro de los puntos de fricción con mi entorno, uno de los motivos de las advertencias que recibo porque no solo estoy contra la participación directa o indirecta en esa guerra sino que me he proclamado desde el principio como partidario de manera indiscutible de uno de los bandos. El declararme pro ruso, el defender los valores que defiende Rusia me enorgullece y así lo he proclamado desde el principio del conflicto. Rusia supone un concepto de la convivencia social, del patriotismo y de los valores tradicionales afines a los que tuvo y debería haber mantenido mi mundo, y en concreto Europa, y los defiende con orgullo, también, por supuesto, con dureza. Y no pocos son los conflictos que me ha planteado mi postura sino que ha supuesto el alejamiento de muchos supuestos amigos que ven intolerable que me mantenga en mi firmeza y que no dude en denunciar no solo las atrocidades y mentiras Ucranianas sino la incontestable situación del destino de las ayudas económicas a los bolsillos de los oligarcas del entorno de Zelensky. Me hace gracia, me divierte, que hasta haya quienes para descalificarme me llaman “el primo de Putin”, algo que, por otra parte, no me importaría.
Aquí, en esta España en la que la sociedad se mueve solo ante la propaganda infame que se le da a un asesino que mató a un hombre en Tailandia, o ante un beso absurdo en circunstancias absurdas, que ha llegado a ser cuestión de Estado, en donde cualquier analfabeto funcional llega alto en la política, en la que las bandas urbanas llamadas “latinas” se hacen con las calles de las ciudades, la ocupación ilegal de la propiedad privada se va haciendo habitual con la bendición de poderes públicos, en la que se vibra por la elegancia de la Reina consorte y su continuo desfile de modelos, en la que los monárquicos de tradición no sabemos dónde meternos, aquí hemos perdido inversiones directas e indirectas por aplicar sanciones estúpidas a Rusia, inversiones que no volverán, de aquí salen capitales buscando seguridad jurídica, pero se vive de espaldas a la realidad y con una fe ciega puesta en un sistema político fracasado por mucho que se trate de convencernos de lo contrario. Y con tanto conflicto y tanta contradicción no se piensa a corto o medio plazo.
No se piensa en algo que debería plantearse todo aquel que tenga lo que antiguamente se decía dos dedos de frente: ¿Qué pasará si Rusia, la pérfida, la terrible, la maligna Rusia, gana en este conflicto en el que se nos obliga a estar de parte de los contrarios, financiarlos, apoyarles con armas y material bélico?. En los últimos años se ha ido detrás de los Yanquis a todas sus batallitas, se han apoyado causas en las cuales, de repente, los de la Casa Blanca han salido de escena, la ultima la de Afganistán. En todos estos casos de huida no ha habido grandes consecuencias para los países monaguillos de Washington. En este caso se da una información sesgada, falsa, y no se repara en medios para engordar a Zelensky, incluso ahora esos aviones F-16 para los que en Ucrania no hay aeródromos con pistas suficiente, nadie que yo conozca se preocupa por buscar información alternativa, ¿para qué si con lo que cuentan nuestros medios tienen bastante?, pero las aguas van por otro cauce.
Los que me llaman “primo de Putin” a veces me preguntan sobre previsiones sobre el conflicto y les digo eso de que no se está pensando en algo, en un detalle, en el triunfo de Rusia y el día después. Personalmente creo que la situación llegará más allá del límite porque no se tiene en cuenta que Moscú siempre hace lo que dice, y para mi está más que claro que sea por la vía que sea, incluso a través de una paz pactada, Rusia ganará. ¿Qué piensan hacer los países que, valga el símil, están jugando a la ruleta rusa?.
El Imperio Yanqui tiene sus tierras, sus graneros, su petróleo, pero nadie dude que no compartirá con sus aliados… Y los demás, ¿piensan tal vez que ante una victoria rusa con mandar un correo electrónico al Kremlin o hacer unas llamaditas pidiendo disculpas por el error se volverá a la normalidad de antes?. Yo lo dudo mucho.
Indudablemente que es de desear que este conflicto acabe cuanto antes mejor, pero indiscutiblemente acabará mal para Europa, la vieja, decrépita y sometida Europa pagará las consecuencias, y en España una de ellas será la total balcanización del Estado y el posible enfrentamiento entre unos y otros.
Por mi parte solo puedo expresar lo que pienso a pesar de las advertencias y esperar el cambio, tal vez tratando de influir de un modo activo. Hasta que no recuperemos el orden tradicional y los valores propios no habrá cambio,
Manuel Alba
Abogado en ejercicio
Procrastinación y disparate
P Como habrán visto, llevo un tiempo sin escribir mis típicos artículos, llamados por algunos de mis menos amigos arengas o panfletos, algo que, por otra parte me resulta divertido y hasta lo tomo por una muestra más del nivel cultural del mundo en el que vivo, ya que el panfleto es un escrito breve, difamatorio y agresivo que se limita al tamaño de octavilla, 11×16 cm. Hacer un panfleto es todo un arte, porque hay que exponer, expresar, agredir, difamar, atacar ferozmente, en tan breve superficie de papel… Y si bien no me cuesta el menor esfuerzo reconocer mi alto grado de agresividad expositiva, jamás difamo, aunque pueda atacar en determinadas ocasiones, pues bien me cuido de que todo lo que pongo por escrito sea verificable y no constituya injuria, calumnia ni difame a nadie. Por otro lado, ¿qué puedo hacer yo con una octavilla si precisamente puedo ser de todo menos breve?. Lo de la arenga lo acepto, es elogioso que se reconozca que a través de mi expresión escrita se puedan encender los ánimos de alguien. La arenga, empero, es más bien una formula oral, discursiva, es la fase final, la peroración de un discurso, pero me gusta.
El hecho de no escribir no se debe a que no haya asuntos que me llamen lo suficientemente la atención, acontecimientos que me inciten al análisis, a su examen y a la correspondiente formación de mi propia conclusión sobre el asunto. Tampoco se debe a que un determinado estado de ánimos me haga procrastinar… ¡Procrastinar, bonita palabra que tiene nuestro rico idioma y que ya casi nadie usa, pero que tiene también en el rico refranero español su cabida, aunque en sentido inverso:” No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, aunque la procrastinación tiene un plus imperativo, pues lo que se pospone en un deber, dejando al margen una obligación para realizar otra cosa. Así que no hay falta de motivación, o causa, ni de voluntad, y, de hecho, todos los días, en la anarquía de mi desordenado orden, hay tiempos marcados para la lectura, el estudio y la escritura, aunque esta tome cuerpo en unos cuadernos que siempre me acompañan, esto, curiosamente, de tamaño de octavilla, con pastas de hule, y páginas rayadas a una línea, en los que una caligrafía indescifrable se extiende con la gran velocidad que el impulso de mi mano sobre una pluma estilográfica, pues nunca supe escribir con bolígrafo, dejando sus trazos en el papel mediante una tinta habitualmente púrpura… Lo dejo aquí, porque me siento casi tentado a precisar que la tinta púrpura que me permito utilizar tiene sus peculiaridades, y que por ejemplo, la alternativa a ese color puede ser un gris perla oscuro, y es que las tintas y los papeles constituyen un mundo que fácilmente hace caer en la manía. Por ejemplo, determinados escritos o firmas de mucho carácter quedan maravillosamente usando una tinta oro, dorada, o una color granate “Mónaco” insuperable.
Ya se ve:¡cómo puede decirse de mí que escribo panfletos si con mucho más de la octavilla preceptiva aún no he manifestado lo que a todo lo que antecede corresponde, que es, sencillamente, simplemente, que ya no transmito, ya no hago llegar mis humildes páginas a quienes no tienen razón de soportarlas y mucho menos acometer la tediosa labor de su lectura.
Si me motiva, sin embargo, en esta tarde agosto, que, como no puede ser de otra manera, nos consume, abrasa, debilita, nos seca, es decir, y volviendo a la gran riqueza de nuestra lengua, nos agosta, hacer alguna precisión para llegar a una final conclusión que no llegue a pasar de la peroración a la arenga, sobre algo que va a traer consecuencias, y no quiero decir que un simple acontecer intrascendente vaya a provocar una debacle, pues lo único que devendrá será el simple gesto de cerrar aún más la puerta de mi casa, dicho en sentido figurado, porque tengo por norma no recibir a nadie, fundamentalmente por la falta de espacio y las posibles perturbaciones a mi desordenado orden. Los hechos son simples: Normalmente, algún estudiante acude a pedirme notas, material o bibliografía para sus quehaceres y nunca he negado esa ayuda, facilitando lo que haya podido aportar. Desde la cosa cambia, y ha sido, sencillamente, porque estando organizando mis cosas acudieron dos personas, padre e hijo, que al no localizarme de otro modo subieron a casa y yo les franqueé la puerta, en contra de mi costumbre. Una vez dentro se encontraron con varios montones de libros apilados que estaba recolocando en los anaqueles y el que más le llamo la atención, el más a la vista, era el que estaba sobre mi escritorio, una buena cantidad de libros de historia y geopolítica, en su mayoría relativos o referentes a la historia y la evolución de Rusia.
A mis visitantes, mejor dicho, al padre, pues el hijo, mocetón de quince o dieciséis años lo que buscaba eran unas obras de Julian Green para hacer un trabajo, le pareció aquello una monstruosidad pues según él le confirmaba que yo era pro ruso, algo que por otra parte es público y notorio. Se fijó de inmediato en un rincón de mi área de trabajo donde lucen unas banderas y se horrorizó de que entre varias que le resultaban extrañas estuviese la de Rusia, junto con el Guión de Carlos V, que él desconocía, y la de España. Las que no sé cómo interpretó por resultarles “demasiado fascistas” eran la del Reino Medieval de Jerusalén y la de la Orden del Temple. Pretendía el buen hombre poco menos que me detuvieran y procesasen por ser pro ruso, y además, contumaz, porque le dije que la única posibilidad de que Europa salve y recupere su identidad está para mí en el triunfo de Rusia en el incidente de Ucrania.
¡La visita terminó casi violentamente, el muchacho se fue sin sus libros y yo ya no vuelvo a ayudar a nadie a hacer absolutamente nada!.
Unas horas después me he puesto a reflexionar sobre tamaño disparate y he concluido que el disparate es el espíritu que guía los tiempos que corren… si, y he recordado a un autor difícil de la Generación del 27, José Bergamín, quien dedicase un ensayo. Poco conocido, ciertamente, bajo el título “El disparate en la literatura española”, una obra que termina diciendo: “recuerda, hombre, que disparate eres y en disparate te convertirás”. Si, y también recordé que Ramón Gómez de la Serna hace ahora un siglo más o menos, publicó sus “Disparates”, obra en la que llegó a crear una especie de teoría general del disparate. Si, y es que la vida, por lo menos la mía, no es sino una sucesión sin solución de continuidad de disparates y hubiera sido igual incluso de haber llegado a ser de otro modo, e, inconsciente de ello, siento lo que Bergamín señalaba: “Cuando ahondamos en nosotros mismos, encontramos siempre ese disparate frustrado de nuestro ser: el que debió haber sido nuestra vida o lo que debió haber sido nuestra vida y, por una razón y otra – por una razón tonta, por tontería o tonterías- hemos ido enterrando, invisiblemente, en nosotros, para siempre”. Si, ese disparate frustrado de lo que pudo ser, que es igual de disparatado, al fin de cuentas, de lo que es y ha sido.
Tal vez ese humor, ese cínico y ácido humor que me caracteriza y que sigue constantemente mis pasos, sea la consagración suprema, el ritual santificante más excelso del disparate creador e inventivo. Lo de hoy, esa anécdota, no deja de ser una manifestación más del absurdo de lo cotidiano y lo cotidiano es sencillamente la sucesión de los disparates nuestros de cada día movidos por ese demonio del que decía André Gide que no podía haber obra creativa alguna sin su colaboración directa. ¡Ese humor mío tan peculiar que me permite lo que tal vez se pueda definir como afincado en el disparate permanente, continuo y a la vez cargado de grandes dosis de perversa crueldad!
Ahora, transcurrida la jornada, cuando voy a dar por conclusas estas líneas, repaso las noticias, la información que se ofrece como lodos para cerdos, ¡la información, los medios de comunicación!. ¡Ese maldito yo!, si yo, asumiendo plenamente el título del libro de aforismos del rumano Ciorán, me vuelvo a dar de cara con el disparate, sea cual sea la noticia, sea cual sea el contenido que pretenda abarcar, sea cual sea y lo que sea, noticias, e información para la masa… incompatibles con la digna existencia humana, pero acaso, en el contexto del pensamiento de Bergamín, cuando manifiesta: “En el principio era el disparate” emulando sarcásticamente el prólogo del Evangelio de San Juan, (J.1.1), ¿es digna la existencia humana, o es digna de ser digna?.
Nunca fue más certera la afirmación contenida en esa magnífica obra titulada “El alma del hombre bajo el socialismo”, otro de esos libros poco divulgados, cuyo autor fue Oscar Wilde. El autor, hace ya más de 125 años afirmaba” En otros tiempos, los hombres contaban con la tortura. Hoy día, la Prensa ha venido a reemplazarla”, y señalaba que si bien Edmund Burke la denominó “el cuarto poder” a finales del siglo XVIII , ya en sus tiempos, en los días de Wilde, la prensa, “tras haber engullido a los otros tres, es el único poder”. Y si nos trasladamos al presente.
En fin, mundo actual es el supremo disparate al que todos le rinden culto bajo el riguroso control sacerdotal de los medios de comunicación, siguiendo los rituales de la tecnología de difusión… Y yo ya no tengo interés en opinar de estas cosas, ni de seguir interpretando lo cotidiano como si fuese trascendente, me parece más sensato aconsejar, por ejemplo, que elijan bien su tinta para escribir y que no cometan la grosería de hacerlo con los colores azul o negro, ni la cursilería de usar verde esmeralda, o verde imperio.
Manuel Alba