Parece que ha aflojado aquel movimiento que trataba de desvelar los secretos de aquellos privilegiados que habían conseguido muchas cosas que otros muchos desean, pero que no han podido conseguir por la dificultad del reto, sacando a la luz que aquellos privilegiados salían de posiciones mucho mas adelantadas y, “en román paladino”, hacían trampas.
Parece que, cuando cambió el color de los tramposos, las televisiones dejaron de abrir los telediarios, tertulias y programas especiales, señalando el tramposo proceder de los que transgredían las normas, y desde entonces, quizá por aquello de que “por la teta le llega”, nunca más se supo de dichos escándalos, que por cierto parece que son más habituales de lo que pudiéramos pensar.
Los que cargamos en la mochila un saco importante de años, sabemos perfectamente que el esfuerzo es imprescindible de cara a conseguir un determinado objetivo, pero bajo tres importantes premisas: que esté nuestro alcance, que nos lo propongamos firmemente y nos lo trabajemos, y que sea adecuado a nuestras capacidades y/o habilidades. Cada persona tiene unas capacidades concretas, unas cualidades naturales para conseguir una serie de metas con esfuerzo, pero no para conseguir cualquier meta que pudiéramos marcarnos, como quieren hacernos creer bajando cada vez más el listón del aprendizaje.
Hay quien, naturalmente, dibuja bien, otros que la resolución de problemas matemáticos lo hacen con facilidad, otros que entienden a la perfección a los animales o a las plantas, otros que son campeones deportistas con una habilidad pasmosa, otros que memorizan fotográficamente cualquier cosa que lean o vean a su alrededor, otros que pintan y ven cosas o colores que nadie ve, otros que escriben poesía, otros que entienden con facilidad el comportamiento del cuerpo y de la mente humana, por no hablar de los que entienden el comportamiento del universo,… y si hasta el infinito, pero es obvio que cuando tienes una habilidad, la meta para ejercer esa habilidad necesita de mucho esfuerzo, mucho aprendizaje y mucho trabajo.
Por eso, a este humilde juntador de letras le enervan esas corrientes con la que martillean las pocas neuronas activas de los incautos: “sin esfuerzo”, “si quieres puedes”, “tú te lo mereces” … da lo mismo si queremos adelgazar, pero sin esfuerzo, vivir de nuestro trabajo, pero sin trabajar, sacar másteres y doctorados o asimilados, pero sin estudiar lo suficiente, etc., porque muy en el fondo, sabemos que no es verdad que a poco que te lo propongas llegarás a ser Catedrático de algo si la naturaleza no te ha dotado de habilidades para ese algo y si no lo intentas con mucho esfuerzo… salvo para los que hacen trampas y se las admiten, claro.
Decía una canción de Cafrune “yo vengo de muy abajo, y muy arriba no estoy…” esa es la verdadera “meritocracia”: el haber conseguido lo que sea, mucho o poco, por méritos propios, por tu empeño, por tu esfuerzo… y el común de los mortales sabe lo que le ha costado subir al menos un escalón desde el sitio del que partía… ¿sin esfuerzo? ¡Ja! No te engañes.
Antonio Poyatos Galián