Alguna vez escribí ya sobre este tema pero hoy, tras una larga charla con una amiga que ha buscado junto a su esposo un refugio para descansar y desconectar del ajetreo de la vida cotidiana. Tras intensa búsqueda que les llevó a conocer todo tipo de urbacioncita de casas adosadas, o unifamiliares con parcelita, casas rurales y toda esa variedad de lugares habitables que a mis amigos, igual que a mí, nos dan repelús.
Encontraron y compraron una casa de pueblo, en un pueblo, en medio del pueblo, de un lugar precioso con calles en cuestas que el único que maldice soy yo porque dada mi conocida agilidad ya he rodado por aquellas calles un par de veces, yendo a visitarles. Una casa en el pueblo y de pueblo es precisamente eso, una construcción en la zona urbana, en una calle, en este caso dando a dos calles, con vecinos al lado derecho, al lado izquierdo y frente a la fachada, donde se viene viviendo desde tiempos inmemoriales casi y que se han ido adaptando a las necesidades modernas según ha ido conviniendo a sus sucesivos moradores. Una casita con patio, naranjo y cuartito para almacenar cosas que en este caso habia sido rehabilitada de tal modo que cumple sobradamente con las necesidades del confort moderno, incluida la calefacción, pues el lugar es más bien fresquito, por no decir gélido.
Hablábamos que estos amigos se han ido allí días de fiesta, fines de semana, y se han ido haciendo pueblerinos en el buen sentido, es decir, aplicando el principio filosófico general que dice “donde fueres haz lo que vieres” se han integrado en la localidad y han procurado adaptarse a los usos y costumbres del lugar, por otro lado sencillos, simples y lejos de las complicaciones mundanas. Así recibo fotos de una feria sencilla, de una fiesta del mosto, de cosas así tan absolutamente sencillas y sanas como pueden ser los aconteceres de un sitio donde puede haber doscientos cincuenta habitantes más o menos.
Comentaba con mi amiga que para muchos conocidos comunes esa especie de transmutación alquímica de ciudadanos urbanitas a gente de pueblo que han experimentado es una herejía y que pronto acabarán de casita y de `pueblito idílico hasta las mismas narices, incluso se niegan a visitarles cuando están allí, no sé por qué razón, tal vez por miedo a que les pique una gallina. Obviamente yo si tengo miedo, y es por mi torpeza y mi abundancia en peso corporal que no me hace apto para deambular por aquellas preciosas pero terriblemente empinadas calles que me resultan asesinas, y es que para mí aquel conjunto de callejuelas tan cuidadas, con sus casas relucientes, sus macetas,… todo me resulta idílico pero también es una trampa mortal porque al menor traspiés ruedo por las calles como un barril de cerveza escapado de la carretilla del repartidor. ¿Por qué no pueden estar estos sitios tan encantadores en llano?
Y en esta conversación le he dicho a mi amiga que ida a contarle algo que me vino a la memoria, un término y un contenido o definición del mismo que no sé si es creación mía o ya existía de antes pero que me vino a la cabeza en los comienzos de los lejanos años ochenta del pasado siglo, y ahora paso a escribir. La situación era sencilla: se trataba de la visita que hacía este quien escribe a una zona rural en las montañas que configuran el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla, un visita acompañando a un diputado de la extinta UCD, Guillermo Medina. Zona preciosa con pueblos como Cazalla de la Sierra, El Pedroso, Constantina, y otros más, Real de la Jara, Guadalcanal, San Nicolás del Puerto…. Allí la inquietud del momento era dinamizar la zona con la proyección turística de la misma y la promoción de zonas o urbanizaciones para que las gentes de la ciudad, de Sevilla principalmente, pudieran construir urbanizaciones donde a precios asequibles pudieran poseer casitas con las comodidades e infraestructuras de moda: club social, canchas de baloncesto, futbol, tenis, paddle, y todo lo que se podía disfrutar en las grandes urbanizaciones de lujo cercanas a la ciudad pero a precios muchísimo más reducidos.
Hubo debate con los alcaldes, las fuerzas vivas de los pueblos… era una inquietud común, era una necesidad…. Aunque hubo, eso sí, una reunión con los representantes de dos pequeñas urbanizaciones de este tipo, las pioneras en uno de los pueblos, que querían elevar al diputado Sr. Medina sus quejas, pidiendo entrevistarse a solas con D. Guillermo y conmigo y sin presencia del alcalde ni ninguna autoridad porque decían que les habían hecho caso omiso a sus pretensiones. Medina y yo, que oficiaba como su jefe de gabinete tuvimos la reunión y escuchamos y tomamos buena nota de las reivindicaciones de los propietarios de las dos urbanizaciones de chalets, como decían ellos, aunque en realidad eran casitas adosadas o independientes de un tamaño no precisamente espacioso, aunque eso sí, con todos los aditamentos, su tenis, su paddle, su club social, y demás zarandajas. Y eran obvias las quejas: Por un lado, al amanecer, los gallos cantaban y despertaban a los copropietarios de las urbanizaciones; por otro lado, el ferrocarril transitaba cerca y no solo hacía ruido sino que como la estación estaba próxima a sus viviendas, las pitadas de entrada y salida de trenes de mercancías y pasajeros eran perturbadoras; la carretera de acceso a la localidad era deficiente, algo cierto pues era sinuosa y típicamente como todas las de montaña de entonces; los tractores circulaban por los carriles cercanos a sus viviendas yendo o viniendo de los campos de las gentes del lugar y no solo hacían ruido sino que quienes en ellos iban subidos, fuese en la máquina misma o fuese en el remolque, hablaban, gritaban daban voces…. ¡Ah las cabras solían dejar por allí un reguero de sus bolitas negras de defecación, al igual que las vacas!…. ¡Todo por el estilo!
Regresando a la ciudad me preguntó el diputado Medina, con una disimulada sonrisa, mi opinión, argumentando que si ya las dos urbanizaciones pioneras estaban protestando así, como se podría imaginar el alcance del asunto si aquellas tierras se sembraban de este tipo de pobladores. Mi respuesta fue rápida y fugaz pues ya habia meditado sobre el asunto cuando nos manifestaban sus quejas con el interés de que las eleváramos a la autoridad pertinente para que se tomasen medidas, entre otras ¡el traslado de la estación!. Le dije: Guillermo, ¿te has fijado en el porte de los señores reivindicadores ¿. ¡No lo había hecho, obviamente! Entonces le expuse que se notaba a distancia que se trataba de personas de clase media, media baja, trabajadora, que habían adquirido allí, a cien kilómetros de la ciudad un rincón donde ejercer de ricos burgueses como lo hacían los habitantes de “La Motilla”, “Santa Eufemia” “Simón Verde” y demás urbanizaciones de alto estándar de Sevilla. Me protestó el diputado por clasista, pero seguí diciéndole que los señores que habíamos visto se habían ido allá, al pueblo porque obviamente no podían desembolsar las millonada en pesetas que costaban las viviendas en estos lugares y que lo que pretendían hacer era trasladar la ciudad y sobre todo las formas de vida de esos sitios “ de ricos” a los pueblos. Ellos no querían estar allí, les importaba un comino el pueblo y les apestaban las vacas y las cabras, querían exterminar los gallos, llevar el tren a la quinta porra… querían que el pueblo y sus habitantes, cambiasen sus usos, costumbres, actividades, hasta el trabajo de sus gentes y se convirtiese en una población hecha a su modo. Entonces me vino una palabra que expresé como un disparo: ”Estos son unos empuercapueblos”.
Con el transcurso del tiempo y el paso de los años los pueblos han ido siendo colonizados por estos especímenes que surgen del estado psicológico propio del “quiero y no puedo”, pretenciosos conquistadores de áreas donde se tratan de imponer o incluso ya se han impuesto con manifiesto desprecio al lugar y sus gentes, a sus costumbres, a sus modos de vidas, sus fiestas y su forma de vivir, hemos visto surgir en muchos pueblos urbanizaciones de empuercapueblos y lo que para mí es peor aún, pueblos, localidades, que no solo se han dejado empuercar sino que anhelan ser invadidos por gente que “los modernicen”, en la creencia de que eso es progreso, es avanzar hacia el futuro, cuando en realidad se trata del abandono de las esencias, las tradiciones, las raíces.
Mis amigos se han ido a su casita de pueblo de recreo para ser pueblerinos, no empuercapueblos y eso es lo que creo que debería de promoverse en todos nuestros pueblos: vénganse aquí, vengan a vivir aquí pero como vivimos aquí de siempre, participe en nuestros festejos, ayude a mantener las tradiciones y no me vengan con pamplinas, vengan a ser como nosotros o si no quédense en sus casas.
Manuel Alba
Abogado en ejercicio
31 de diciembre de 2024
Un Angel Negro
¿Alvaro Salazar? – preguntó aquella enfermera que no esperaba que fuese el mismo niño quien contestase con voz ronca y entre toses – ¡Si, soy yo!. La muchacha debió imaginar que alguien mayor, quizá el padre, la madre, o los dos juntos, dada la situación acompañasen al muchacho que aún no había alcanzado los diez años. Para su sorpresa, un joven negro llegaba corriendo y le indicaba a la mujer que él se ocuparía de lo que fuese menester respecto al chiquillo, sacando de la guerrera de su uniforme de cabo del Ejercito del Aire una nota del padre que señalaba que al no poder estar allí por tener ocupaciones encomendaba al cabo Gustavo la tarea de estar pendiente de su hijo.
La enfermera no dando crédito a la situación. Se perdió por los pasillos de aquel Hospital del Aire para aparecer después guiando a Alvaro y a su custodio a la habitación que le habían asignado. El chaval se puso nervioso al saber que habría de quedarse allí por la noche, creía que le harían algo en la garganta, extirparle las amígdalas, y al rato volvería a casa. Vino entonces un hombre con bata blanca y les explicó a Gustavo y a él que no era tan simple, que se trataba de una extirpación de amígdalas pero que debido a las patologías congénitas del chiquillo y a algo que no entendieron pero que resultaban ser una serie de quistes por la zona, la intervención sería complicada y pasaría unos días allí internado. Acto seguido preguntó si traía ropa, pijama, zapatillas…. Pero Alvaro estaba allí con lo puesto, su madre no le había preparado nada…. Aquel hombre de la bata blanca instó a la enfermera para que llamara a casa del chaval y le pidiera a la madre que trajera ropa, al menos lo indispensable…. La respuesta sacó de quicio a aquel hombre: La madre de Alvaro, que lo había llevado al hospital a las siete de la mañana, y que sabía obviamente las dificultades que podría acarrear aquella operación de su hijo, se encontraba en ese momento viajando por carretera hacia Madrid, junto con su madre y abuela del niño, para visitar a su hermano, aprovechando que por lo menos cuatro días de hospitalización eran seguros. Sin casi poder disimular la ira, tomo del brazo a la enfermera dejando a Alvaro y a Gustavo solos. A él, que era un sargento auxiliar sanitario se le oía gritar y maldecir, lamentándose de no poder hacer nada porque al fin y al cabo el padre del niño era un militar de alto rango. Gustavo se ocupó de procurarle al niño pijama, ropa interior y lo preciso, sacándolo de sus escasos ingresos, porque no le habían dejado ni tan siquiera algo de dinero por si había alguna necesidad.
El bueno del cabo Gustavo estaba totalmente desbordado por aquella situación. Por una parte no podía tener queja de su jefe, con el que se llevaba extraordinariamente bien. El Teniente Coronel Salazar, padre del niño incluso habia removido Roma con Santiago para que en los próximos meses, cuando ascendiese a Coronel, a él también lo hiciesen sargento porque le resultaba imprescindible a su lado. Gustavo tembien era prácticamente un niño, tenía 21 años y había venido a la Península desde su Guinea natal recalando en la Escuela de Especialistas de Aviación era ahora un radiotelegrafista, y en su segundo vuelo le toco el avión de Salazar, prestigioso piloto ducho en situaciones especiales, cordial con sus compañeros, con sus tripulaciones, con los que era siempre uno más. ¡Cuántas veces había oído decir Gustavo al jefe que por encima de los grados estaba la hermandad y que en su avión eran todos amigos que tenían que cuidarse unos a otros porque si alguien fallaba todos se mataban!. Salazar era muy alto, un metro ochenta y dos medía, pero Gustavo que era altísimo, casi dos metros recordaba también ese primer vuelo cuando, formada la tripulación para dar la orden y que se embarcase primero el piloto, que en el caso de Salazar era también jefe de la escuadrilla, Salazar se dirigió a él diciéndole:¡ debería dejarle pasar antes a usted, cabo, porque por su tamaño tiene más graduación que yo!.
¿Cómo era posible que aquel hombre tan admirado por él dejase a su hijo en ese desamparo, en tal situación? Recordó, desde luego, que mientras todos los miembros de las tripulaciones siempre contaban algo de sus vidas familiares y personales, sus rencillas domésticas, cosas del colegio de los hijos, Salazar nunca hablo de esas cuestiones…. Sabían que estaba casado porque se comentaba, pero nadie conocía que tuviese un hijo. Pensaba que en si pueblo, allá en su querida isla de Fernando Poo si alguien se ponía malo, y si sobre todo lo tenían que llevar al consultorio o al hospital allí se desplazaba toda la vecindad para acompañar al enfermo. Ahora, se decía para sí mismo, en esta gran Sevilla, este niño está aquí solo, sin nadie de su casa y acompañado por un tipo negro al que no ha visto en su vida. Quiso llorar pero lo evitó para no poner más nervioso a Alvaro.
Al rato de estar acostado en su cama, Alvaro recibió la visita del médico que le habría de operar, un Coronel que iba acompañado del sargento y la enfermera. Gustavo se cuadró ante ellos, el medico tras darle la orden de descanso le informó que tendría que darle instrucciones después de la intervención, pues ya sabía que la madre no iba a aparecer y el padre había ido a dar un curso de vuelo instrumental. Después de la operación le informaría pero le ordenó que no le dijera nada de lo que se le comunicase a nadie que llamase, ni siquiera al teniente Coronel Salazar, pues él se ocuparía personalmente de lo que calificó como un cruel disparate. Se marcharon y Gustavo se quedó con Alvaro, tratándole de hacerle decir algo, de que hablase aunque las molestias de la garganta se lo dificultaran. Se dio cuenta de que aquel era un niño distinto, raro, sin entender exactamente cual fuera la rareza, con casi diez años se expresaba como un adulto, hablaba con gran precisión. ¡no era un niño! Alvaro le comentó que siempre era igual, que en su corta edad siempre había sido lo mismo, como si no estuviera, a pesar de no estar desatendido, de que no se descuidase su educación, nunca había ni una mínima expresión de cariño, ni un abrazo y que sentía que su presencia le resultaba molesta a su madre, y a su abuela, se llevaba bien con su padre pero siempre que las dos mujeres de casa no intervinieran y lo pusieran en su contra. Gustavo le quería quitar hierro al asunto pero el chaval insistía.
Como era común en aquella España, solían verse, sobre todo en las grandes ciudades, ciudadanos negros. Raras eran las expresiones de racismo y la sociedad asumía que aquellas personas eran españoles de piel oscura, españoles como los demás. El racismo vendría después, un obsequio más de los norteamericanos que llegaron con sus bases y su colonización social. De todos modos, por curiosidad o por entretenerlo Gustavo le preguntó a Alvaro si no le extrañaba que él fuese negro, si no le impresionaba pero la respuesta del chico lo dejó todo manifiestamente claro… Si, eres negro, como mucha gente, como tito Antonio, no sabiendo el cabo quien era ese Antonio del que el muchacho hablaba con tanta familiaridad, este le precisó que por su casa iba mucho, cuando estaba en Sevilla, un cantante cubano muy famoso y que desde pequeño lo había conocido. Se trataba de Antonio Machín, al que él llamaba tito Antonio… Alvaro se fue durmiendo, le habían dado un comprimido… después se lo llevaron al quirófano acompañado por Gustavo, que llegó hasta donde le permitieron…
Gustavo recorría los pasillos de la zona donde esperaba preso de un gran nerviosismo mientras el tiempo transcurría, los minutos fueron sucediéndose por las horas y, finalmente, cinco horas después de su comienzo aquella intervención había finalizado. El Coronel salió de quirófano para pedirle a Gustavo, que se apresuraba a hacer los saludos de rigor, que se dejara de formalismo, que todo había sido mucho más complicado de lo ya de por si previsto pero afortunadamente se habían superado las dificultades y que Alvaro se recuperaría pronto, aunque por lo menos cinco días de hospital no se los quitaba nadie y que había dispuesto con los mandos superiores al cabo que se le diera un destino especial y extraordinario de ocho días en el propio Hospital para que cuidase del muchacho. ¡Gustavo estaba emocionado y no sabía cómo expresar su alegría porque había decidido que aunque le costase Consejo de Guerra por deserción no iba a dejar a Alvaro solo!. El médico, sonriendo, le dijo que había sido para él un orgullo decir a los mandos, después de explicada la situación, que aquel cabo radiotelegrafista habia aparecido como un milagro.
Aquella primera noche y todo el segundo día, Alvaro, unas veces conscientes, otras veces adormecido, lo pasó mal, muy mal. No había entonces departamentos de cuidados intensivos y era todo más complicado que ahora. Tampoco existían las técnicas modernas de medicación y había que suministrar gran cantidad de fármacos por medio de inyecciones intravenosas. Gustavo sufría más que el niño, del que no se separaba más que lo imprescindible, siempre atento para avisar a las enfermeras ante cualquier sensación de anormalidad. Al mediodía de la tercera jornada se empezó a notar mejoría en Alvaro, pudo comer cosas licuadas y frías y el médico le instó a hacer un pequeño esfuerzo por hablar, aunque no podía, pero todo iba bien, sin sangrado, sin infección. Esa noche Alvaro y Gustavo durmieron con cierta tranquilidad. A la mañana siguiente mientras cambiaban las sábanas de la cama del niño, Gustavo lo sostenía en sus brazos cuidadosamente. En ese momento la puerta se abrió y apareció el Teniente Coronel Salazar, era el cuarto día y hasta entonces no había ido a ver a su hijo. Su mujer seguía en Madrid y le había protestado al marido porque en el Hospital le habían negado toda información las dos veces que había llamado. Gustavo le hizo un gesto indicándole a su jefe que guardase silencio porque el niño estaba dormido cuando una enfermera le comunicaba al padre que se presentara de inmediato en el despacho del Coronel.
La conversación debió ser larga y dura. Salazar, con el rostro lívido, volvió a la habitación y beso a su hijo, que ya estaba despierto. Era el primer beso que le daba en su vida. Murmuró en voz baja, ¡Esto no puede seguir así!, a continuación abrazó a Gustavo y dirigiéndose a su hijo le comentó: ¿Te has dado cuenta que es verdad lo que canta el tito Antonio?, ¡Hijo, este es tú tienes tu ángel, tu ángel negro….! Llorando, salió de la habitación y se marchó a disponer unas cuantas órdenes. Volvió por la mañana con novedades, sobre todo para Gustavo: ya era sargento y ahora, además, consiguió que desde ese día viviese en su casa, una bonita huerta de naranjos al lado del río, en unas dependencias mucho más cómodas que el cuartel y sin separarse de él mientras así lo quisiera.
La llegada a casa tuvo matices dramáticos pues la madre y la abuela de Alvaro no solo se opusieron a que viviese con ellos Gustavo sino que amenazaron con marcharse y dejarles “con su negro”. Por primera vez, Salazar se impuso en su casa y no hubo vuelta atrás. La recuperación de Alvaro fue moderadamente larga, casi un mes. Salazar había conseguido librar de servicios al flamante sargento durante ese tiempo para que se dedicara en exclusiva a su hijo, al que atendía también la “tata” Justa, que hizo buenas migas con Gustavo. Durante los primeros días, con reposo absoluto, ni la madre ni la abuela pasaron más de dos veces por la habitación. Después se tuvieron que acostumbrar a tener en la mesa en las comidas y a encontrarse por todas partes con Gustavo hasta llegar un día en el que, en un insólito gesto de humanidad la madre de Alvaro le extendió la mano a Gustavo en señal de saludo y le agradeció todo lo que había hecho por su hijo;¡Era una especie de tratado de paz que se prorrogaría dos años!
Corría el año 1.968 y tras un proceso de independencia que además de ser una traición a los españoles fue un acto de cobardía, España concedió la independencia a las provincias españolas de Rio Muni, en el continente africano, y Fernando Poo, el territorio insular. Se cedió al chantaje, de entre otros, los de siempre, los norteamericanos y Naciones Unidas y el 12 de octubre de aquel año nacía la República de Guinea Ecuatorial puesta en manos de un cruel genocida que reclamó que los militares nacidos en aquellos territorios y que ocupasen plaza en los ejércitos de España se incorporasen a formar las fuerzas armadas de aquel país, siniestro desde su nacimiento. Todos los que estaban en esa situación se mostraban muy preocupados, Gustavo, obviamente, también, y se resistieron como pudieron, pero a los pocos meses de aquel teatral acto de pacifico acceso a la independencia, en marzo de 1.969 ya hubo un golpe de estado contra el Dictador Fernando Macías, que, además acusó a España de querer seguir dominando y dirigiendo la economía guineana. Entre marzo y abril de ese 1.969 fueron expulsados todos los españoles de Guinea, sus bienes fueron confiscados, salieron con lo puesto y nunca fueron indemnizado. Paralelamente todos los militares españoles que eran guineanos de nacimiento tuvieron que ir a ponerse bajo las ordenes de Fernando Macías bajo amenazas de represalias a sus familiares, padres, hermanos a los que no dudaría en ejecutar. Bajo la excusa del golpe de estado fallido Fernando Macías ejecutó a gente de su propio gobierno, ministros, y gente que le había apoyado y podían hacerle sombra. Estados Unidos miraba hacia otro lado, pues tenía fijado el objetivo de gestionar la riqueza del nuevo país, así había sido en primer país en reconocer el nuevo estado y mientras los sucesos de la primavera de 1.969 hacía la vista gorda y se dedicaba a construir su embajada, aunque también llegaría el día en que serían echados de allí.
Todos estos acontecimientos preocupaban en España, en sus Fuerzas Armadas y en la sociedad, pero tenían desolados a Salazar, a Alvaro que iba para sus doce años y como no, a Gustavo. Además, no se sabía como el Dictador tenía localizados a todos los guineanos de fuera. Salazar, ahora General de Brigada, sospechaba que sin la ayuda de los americanos eso no era posible. El caso es que llegó el día en que había que tomar decisiones entre los llantos y la tristeza de Alvaro porque se fuese Gustavo, “temporalmente” como le decían para no desesperarle más y la auténtica angustia del General que lo intentó todo, incluso contando con el consentimiento de su mujer, intentó adoptar a Gustavo. Este,, paralelamente, recibía presiones y chantajes hasta de su propia familia que le suplicaba que volviese o los matarían a todos.
Las protestas y reclamaciones de acción ante las atrocidades que España hacía chocaban contra el muro de Naciones Unidas y de Estados Unidos, cuya Embajada en Madrid llegaba hasta negar las evidencias, incluso señalando que los españoles no habían sido expulsados y desposeídos de nada. Hubo quienes propusieron hacer un golpe de efecto e intervenir allí con las armas, algo que el gobierno de Nixon impidió alegando incluso que Macías era tan aliado de Estados Unidos como España. De hecho los americanos inauguraron solemnemente su embajada el 1 de agosto de 1.969 mientras la política de terror de Fernando Macías se expandía como la espuma.
Alvaro, siempre más maduro de lo que su edad imponía veía las noticias, escuchaba radio, oía a hablar a Gustavo con su padre y con otras personas, diría una tarde de aquel mes de abril a su padre: “Papá, si Gustavo se va le perderemos para siempre”. Y Gustavo se fue, se incorporó al ejercito del Dictador aunque nunca se supo en que puesto, con que graduación o destino. Macías fue inclinándose a alianzas con la Unión Soviética, Corea del Norte, Cuba y China hasta proclamarse Presidente Vitalicio en 1.972. Alvaro le escribía a Gustavo todas las semanas sin recibir respuesta alguna. Mintiéndole piadosamente Salazar le decía a su hijo que Gustavo no podía escribir pero que él recibía noticias suyas e incluso alguna vez pudo hablar por teléfono con él gracias a contactos de unos supuestos servicios secretos hasta que ya no pudo más y se vio obligado a decirle a Alvaro que a Gustavo lo habían asesinado prácticamente cuando llegó, junto a varios familiares porque arrasaron su pueblo por sospecharse que allí se escondían opositores al Dictador.
Alvaro, que acababa de cumplir 12 años sufrió un golpe del que difícil habría de recuperarse, de consolarse….¡Su ángel negro!, aquel negrito que conoció esperando ser operado en el Hospital de Aviación, que se ocupó de él, se hizo su amigo, su hermano, su confidente había muerto como ya presintió al decirle a su padre que si se iba lo perdían para siempre. Pidió a su padre y a todo su entorno algo que pareció extraño, una reacción incluso irracional: No quería que se le volviera a nombrar ni a recordar a Gustavo nunca más, bajo ningún concepto. El mismo nunca volvió a mencionarlo, como si no hubiera existido, parecía que lo culpase de haberle abandonado, de haberse ido. Ni siquiera tito Antonio logró hacerle deponer de aquella actitud.
Curiosamente no había ninguna foto de ellos juntos, ni tampoco con el General Salazar, por lo que fuere no hubo ocasión, no se dio el caso…
La vida siguió, con sus idas y venidas, sus momentos de dicha y sus tiempos de tristeza, y así, año tras año, y con la vida pasaron también las personas, desaparecieron por una u otra razón, los padres de Alvaro murieron, y él mismo experimento las luces y sombras del destino: se casó; dos veces se divorció, tuvo algunos amores frustrados, también hijos que el destino apartó de él con la rotundidad que se contiene cuando se dice para siempre…fue envejeciendo y llegó a atisbar un punto de luz en su existencia cuando conoció y se enamoró de aquella mujer bella, dulce y madura como él que le hizo romper su promesa de no volver a casarse. ¡Lo hizo! Lo hizo pero el destino parecía que le había condenado a perder todo lo que habia ido queriendo…
Tres años de felicidad acabaron una noche de mayo bajo la luz fría e impersonal de una habitación en un Hospital de Francia donde su amada esposa, su último refugio, dejaba de existir… ¡con sesenta y tres años volvió a caer sobre su ya cansado ser aquel dolor de tantos años atrás y que nunca había dejado de acompañarle! Ahora es él, el aquel niño Alvaro, este envejecido Alvaro, el mismo, el que siente que la función se acaba y el telón va a bajar de un momento a otro separando el escenario del público para siempre. Me citó hace unos días en su casa para ayudarle a escribir esta historia, pues las fuerzas le fallaban hasta para pulsar las teclas. Me sorprendió con esta confidencia y este recuerdo. Torpemente, arrastrando los pies que otrora fueron veloces como las botas aladas de Hermes me llevó a su gabinete y allí me señaló su cartera de trabajo, su portafolios con sus correspondientes separaciones del que nunca se desprendía y que llevaba asido a su mano derecha a todas partes aunque no tuviera nada que hacer, ni que llevar o traer. Me hizo abrirlo y me pidió que metiera la mano en una de las separaciones interiores. Saqué una foto vieja pero bien conservada y solo con una primera mirada sentí estremecimiento. Se la di, me la iba a explicar pero antes me señaló otra enmarcada sobre un mueble, en la que estaba con su última y querida esposa. Volvió a la primera donde hay un grupo de militares de distintas edades y Gustavo, sacada en una comida de especialistas radiotelegrafistas de Aviación, Gustavo, enormemente alto, resalta sobre los otros y con su uniforme de cabo del día en que lo conoció. Me rogó un favor, un último favor que por desgracia acabo de cumplir: quería ser enterrado con esas dos fotos y se las he puesto sobre el pecho en ese féretro que mañana saldrá para Francia, donde será sepultado con su esposa.
Y después me he puesto a teclear queriendo cerrar así esta historia, aunque no sé si tengo derecho a hacerlo.
Manuel Alba
Abogado en Ejercicio
diciembre de 2024
Villafeliche, comarca de Calatayud, rindió homenaje a Vicente del Bosque



Vicente del Bosque recibió el premio “Trevillano” y la Medalla de Oro de Villafeliche, Comarca de Calatayud, en el transcurso de un solemne acto cívico que tuvo lugar en el espléndido marco de la iglesia parroquial de esta localidad donde se venera al obispo mártir de Tonkin (Indochina), hoy Vietnam, nacido en Villafeliche, San Ignacio Delgado.



Con el templo lleno de vecinos y visitantes el ex seleccionador nacional Vicente del Bosque recibió de manos del alcalde de Villafeliche, Agustín Caro Esteban el premio «Trevillano» que premia el esfuerzo y la dedicación de personas que ha destacado en la vida, mientras que la escritora y anterior Medalla de Oro de Villafeliche, Inma Chacón le hizo entrega de la Medalla de Oro.
Junto a Vicente del Bosque y su esposa Trinidad López, los miembros de la Corporación Municipal que han presidido el acto junto al alcalde, han asistido distintas personalidades como el diputado en el Congreso por Zaragoza, Víctor Javier Ruiz de Diego; la diputada delegada de Cultura en la Diputación Provincial de Zaragoza, Charo Lázaro; la escritora y premio Trevillano, Inmaculada Chacón; el director de la escuela de entrenadores de la Real Federación Aragonesa de Fútbol, Raúl Martínez; la concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Calatayud, Sandra Marín, y varios representantes de la Peña Madridista “Calatayud Merengue”.
También destacar la presencia de Enrique Cartiel, alcalde de Anento, uno de los pueblos más bonitos de Aragón situado en la Comarca de Daroca, no lejos de Villafeliche, que de tener solamente 9 vecinos censados ha pasado a tener más de 15.000 visitantes al año, dada su gran belleza.
El alcalde Agustín Caro Esteban leyó el pergamino enmarcado que recoge el Acuerdo Pleno de la Corporación con el nombramiento.


El acto tuvo un marcado carácter aragonés, ya que se inició con un recital de jotas a cargo de la gran jotera de Calatayud, oriunda de Fuentes de Jiloca, Yolanda Larpa y de la excepcional voz de Roberto Ciria.

También actuó en honor de Vicente del Bosque el grupo de jotas Aires Monegrinos.
La fachada de la Casa Consistorial, situada en la misma plaza de la Iglesia lucía grandes poster con imágenes de algunas de las personalidades que han sido distinguidas por el Ayuntamiento de Villafeliche añadiéndose ahora la gran foto de Vicente del Bosque.
En el Pabellón de Fiestas del camino de la Estación se celebró un almuerzo multitudinario donde el vecindario e invitados pudieron celebrar el acontecimiento de la distinción otorgada a Vicente del Boque


Villafeliche ha sabido distinguir año tras año a muchas personalidades


En este precioso marco y con toda pompa y solemnidad ya han sido distinguidos por el Ayuntamiento de Villafeliche que preside el activo y eficaz alcalde Agustín Caro Esteban un gran número de personalidades y famosos como la cantante Karina, el científico Fernando Simón, el famoso pintor Antonio Montiel que ha retratado a multitud de personalidades, artistas y Reyes, desde Isabel II de Inglaterra, a Marisol o el Rey de España, Felipe VI; el humorista Arévalo, Las Veneno, Luis Alegre, la escritora Inmaculada Chachón y otras personalidades incluyendo al popular crítico deportivo de Radio Zaragoza, Paco Ortíz Remacha que compartió la fiesta de homenaje con el destacado periodista aragonés, José Luis Yagüe Ormad, que ha entrevistado a los más famosos personajes del mundo y que nació y se crio en la comarca de Calatayud a escasos kilómetros de Villafeliche.


Ha sido el homenaje al periodista aragonés Yagüe Ormad, que no recibió el premio “Trevillano” ni la Medalla de Oro de Villafeliche, pero sí el título de Hijo Adoptivo, el más relevante de cuántos han tenido lugar en Villafeliche en cuya plaza se celebró una cena para cerca de mil personas con actuaciones de los mejores joteros de Aragón.


Desde Málaga, la Costa del Sol, el Campo de Gibraltar y otros lugares de Andalucía, donde JL Yagüe Ormad es muy querido y apreciado se desplazaron hasta Villafeliche para acompañarle más de un centenar de personas.





En su elegante y lujoso libro “Lo que yo vi, lo que yo viví” se narra este acontecimiento incluyendo varios vídeos y la estancia en Calatayud de todos estos invitados amigos del periodista aragonés Yagüe Ormad que también fueron recibidos en el Ayuntamiento de Calatayud por el alcalde bilbilitano Dr. José Manuel Aranda y su entonces concejal de Turismo, Sergio Gil Atienza, propietario del Restaurante y del Hotel “Arco de San Miguel”.

Todos estos invitados y muchos más que se lo perdieron están deseosos de volver a Calatayud donde entre otros muchos momentos gratos, además de la visita al Monasterio de Piedra, disfrutaron de un almuerzo netamente aragonés en el Mesón de la Dolores amenizado con las jotas del dúo jotero Marta y Gabriel.
Por motivos de agenda que impedían al famoso ex seleccionador nacional Vicente del Bosque estar en Villafeliche coincidiendo con sus fiestas de primeros de agosto 2024, la entrega del premio “Trevillano” se realizó este pasado sábado.

Así lo ha hecho público en la Diputación Provincial de Zaragoza el alcalde Agustín Caro Esteban durante un acto celebrado junto a la diputada de Cultura de la DPZ, Charo Lázaro.

Este premio reconoce el esfuerzo, el tesón y la trayectoria de quien ha sido jugador y entrenador de la selección española de fútbol y por ello, cada año el Ayuntamiento de Villafeliche selecciona una personalidad que sea merecedora del galardón.
Villafeliche, en la comarca de Calatayud, cerca de la ciudad amurallada de Daroca y junto a la ermita del milagroso San Mamés, en Murero, en la ribera baja del Río Jiloca antes de fundirse con el Jalón en Calatayud, es una población con mucha historia ya que contó hasta con 200 molinos para fabricar pólvora, vital en “Los Sitios de Zaragoza” y otras contiendas, que se utilizaba en toda España, especialmente para armas de caza y barrenos en las canteras, a donde era transportada por expertos arrieros en carros especialmente preparados.

De hecho, Pablo Ormad, abuelo del periodista aragonés Yagüe Ormad, descendía de una de estas familias polvoreras que llegaban con sus carros hasta la Mancha y los pueblos de Castilla y León, donde practicaban “el trueque” como fórmula comercial. Así, volvían con los carros cargados de productos, como los quesos de Villalón que dieron paso al apodo de la familia más conocida por los Villalón, que por su propio apellido.
Hasta los años 50-60 Villafeliche era conocida por su industria alfarera que se dice surgió para elaborar vasijas adecuadas para poder transportar la pólvora. Villafeliche surtía de botijos, orzas, platos y todo tipo de cacharros en barro a buena parte de Aragón. Y las niñas gozaban encontrando en Villafeliche los cacharritos para sus cocinitas.
Sólo uno de estos talleres de alfarería queda ya en Villafeliche. El “Tio Puchericos” se hizo muy popular.


Precisamente el Premio Trevillano que premia el trabajo y el tesón de quien se ha distinguido en la vida, consiste en una escultura en barro que representa dos manos unidas y que realiza con gran profesionalidad y amor a su pueblo, el alfarero de Villafeliche, Manuel Gil, cuyo grandes platos conmemorativos de colgar y con el escudo de Villafeliche son un preciado trofeo que luce ya en muchas paredes importantes.


Vicente del Bosque, ex-entrenador de la selección española de fútbol, recibió el premio Trevillano y la medalla de oro del municipio de Villafeliche, en reconocimiento a su trayectoria y a su actitud y valores en el desempeño de las diferentes responsabilidades que ha ejercido. El reconocimiento se le entregó en un b rillante acto desarrollado en la iglesia de Villafeliche.


Los premios Trevillano están basados en el mundo de la cultura, del trabajo, valores y esfuerzo, en recuerdo de los polvoreros, alfareros y agricultores del pueblo, como se ha recordado por el alcalde de Villafeliche.
La entrega del premio Trevillano al seleccionador Vicente del Bosque, ha tenido lugar el 14 de septiembre a las 12.00, en la iglesia parroquial de Villafeliche acompañada por un recital de jotas a cargo de Aires Monegrinos, con los joteros más famosos de Aragón, Yolanda Arpa y Roberto Ciria, que abrieron el acto, antes de que se leyera solemnemente el acta municipal con el nombramiento de Vicente del Bosque. Por la tarde,tras el almuerzo popular celebrado en el pabellón municipal, hubo jotas a cargo de la Agrupación Folklórica Darocense.

Fotos cedidas, del archivo de “La Tribuna Hoy”, Andalucía, de “CACHO” y de la DPZ.
Las fiestas inolvidables de Calatayud


Es como un pequeño San Fermín, pero de otra manera y con muchas similitudes, las Fiestas de San Roque a mitad de agosto en Calatayud son un imán que atrae a cada vez más visitantes.


Una docena de charangas llegan desde Navarra, desde Teruel, donde Calatayud siempre tiene un sitio en sus fiestas de San Miguel en la plaza del “Torico”; de Soria y de muchos puntos de Aragón.
Calatayud tiene unos 6.000 peñistas registrados en unas peñas que viven todo el año pensando en las fiestas de San Roque. Pero se calcula que durante esos días de fiesta en Calatayud se congregan 30 ó 35.000 personas, ya que acuden de todas las riberas y pueblos de las comarcas vecinas. Los alojamientos hoteleros y las viviendas familiares y de amigos, a tope.
Se han vivido momentos emotivos desde el momento en que el peñista del año, Carlos Navarro prendió la mecha del “chupinazo” desde el balcón del antiguo e histórico Ayuntamiento de la Plaza de España, en la no cabía ni un alfiler.

Hay que madrugar o no acostarse, para acudir a las tres de la mañana, cerro arriba, a la Ermita de San Roque, asistir a la Misa del Alba y bajar luego con San Roque y los miembros de su Cofradía a Calatayud. Ese camino de subida y bajada propicia a veces estampas insólitas de “peñistas” reventaos. Y a medio camino en la madrugada en la era, el chocolate y los famosos bizcochos de Calatayud.
Dejan las fiestas de San Roque estampas inéditas en torno a la imagen del Santo y su perro, pero también en la celebración callejera donde las charangas no cesan de animar y la gente, de bailar.
Calatayud quiere que sus Fiestas de San Roque, singulares donde las haya, sean Declaradas de Interés Turístico Nacional y alcancen una proyección que por ahora las televisiones y los medios informativos de Madrid le niegan.


Las vaquillas de Calatayud son todo un acontecimiento que abarrota la Plaza de Toros de la Margarita, donde también se ven buenas corridas de toros.

En las Vaquilla, desde hace 70 años existe la tradición de “Los Muñecos” en su mayoría llenos de ingenio, que representan a personajes populares generalmente y que se plantan en el ruedo para burlar el embiste del toro ya que los mozos se esconden o “tapan” del toro que finalmente hace añicos en muñeco. Nadie quiere perderse la tarde de vaquillas con o sin merienda y buena bota para empinar el codo y a disfrutar que son tres días. Es San Roque.
Luego las peñas tienen sus noches de música de cenas, de ambiente y que la alegría no falte.
El Desfile por la Rúa de Dato

. En la memoria colectiva y en las colecciones fotográficas hay instantáneas del desfile de todas las peñas con sus charangas descendiendo por la Rúa de Dato para distribuir el jolgorio de estas primeras horas por el centro de la ciudad. Interpeñas, ha conseguido que ese pasacalles fuese más ágil. Los más pequeños, del «Desbarajuste» que cumple 65 años, abrieron la comitiva con la Cofradía.
Los de azul de la «Euqor», (Roque al revés) les seguían. Y tras ellos los peñistas de «La Unión», «La Garnacha», «La Bota», «La Rouna» donde siempre disfruté con mis primos de Caltayud, «La Solera», «La Nogara», «El Chachirulo» y «Los Que Faltaban», que cerraban este paseo con tantos ritmos como peñas y charangas.
Todo un espectáculo de colorido y diversión.

La imagen de San Roque concita una devoción que se transmite de padres a hijos y cuando aparece en el balcón del Ayuntamiento las muestras de fervor y de vivas a San Roque son emocionantes.

Y el canto del Himno: “Dadnos San Roque la mano para subir a los cielos. Líbranos de rabia y mal…” Fiesta y devoción se unen en Calatayud y su comarca.


