Dicen los sabios, que las mejores leyes surgen de las costumbres y, por ende, son las costumbres las que hacen las leyes.
Viene esto a colación, por la actitud de este gobierno “Frankenstein”, que se ha empeñado en “hacernos felices” a la manera que ellos entienden, y para ello han decidido cambiar nuestras costumbres haciendo leyes hilarantes.
Es muy triste y preocupante que, en los últimos tres años, estén cambiando a pasos agigantados esta sociedad, no porque haya una demanda de cambios, sino porque lo imponen desde las leyes que “dictan” comunistas, marxistas, terroristas, independentistas, y otros descerebrados y/o indocumentados.
Es que, lo han tocado todo, lo están cambiando todo -a peor-, vía leyes sectarias, y lo poco que queda por tocar, seguramente lo harán este año preelectoral, sin que los que vengan -que vendrán-, se atrevan a derogar esos cientos de decretos-leyes, dado el complejo con el que se manejan. Y si no, al tiempo.
Fijémonos en que no han dejado nada sin una regulación excluyente y sin que las cuestiones “reguladas” fueran una demanda social mayoritaria o costumbrista, hasta el punto de que, ahora, el padre no existe: es un progenitor no gestante y la madre es una progenitora gestante.
Debemos ser conscientes -y hacer algo- porque nos han cambiado la sociedad con leyes que solo responden a una ideología deconstructiva y excluyente, intentando que el estado sea el que dice lo que hay que hacer en todos los ámbitos de nuestro vivir, típico de países totalitarios de izquierdas, léase marxistas, comunistas y asimilados.
Deberíamos no reírles “la gracia”, deberíamos preocuparnos por la injerencia del estado en nuestra vida privada y rezar -el que rece-, para que esta pesadilla termine en las próximas elecciones… como mal menor.
Antonio Poyatos Galián
Cansancio
Tras haber leído al filósofo surcoreano, CHUL HAN, en su estupendo libro “La sociedad del cansancio” reflexionaba yo, días atrás, sobre el momento que estamos viviendo en esta sociedad abúlica y perezosa.
Decía el filósofo surcoreano, que el hombre de esta modernidad tardía, es un hombre agotado, constantemente devorado por su ego, esclavizado voluntariamente, sin oponer resistencia al flujo de intereses y apetencias que, efectivamente, lo tienen atado al deseo desmedido de ser aceptado en esta sociedad rendida a las poses y a los envoltorios.
Sólo así puede explicarse la falta de reacción social ante las diferentes crisis y abusos que estamos sufriendo y viviendo, así como ante el colapso económico y, sobre todo, social, que nos amenaza, sin que parezca preocuparnos demasiado.
Es cierto que vivimos en un caos, en donde pareciera que somos libres, aunque realmente, somos -sin violencia- esclavos de nosotros mismos y de nuestro desmedido deseo de aceptación y status, cosas ambas que aprovechan nuestros mandatarios para endilgarnos leyes a cual más hilarante.
Y ese correr tras nuestro propio ego, nos tiene agotados, faltos de fuerzas, asustados, cansados… porque esta sociedad sólo quiere hombres que cooperan dócilmente en grupos numerosos, pienso yo, y que deseen consumir más y más, con gustos estandarizados que puedan ser previsibles y, por ende, influenciables.
De ahí que, realmente, esta sociedad avance sin ningún objetivo, salvo el de continuar en movimiento, de avanzar no se sabe hacia donde, -siempre a base de subvenciones-, para intentar conseguir sus logros -o lo que él cree que son logros-, pero sin querer ver adónde le llevará su cansancio y su inacción.
Deberíamos meditar sobre el asunto, ver que la masa se mueve en la dirección planeada por alguien ajeno a nosotros, y asumir que, cuando ya no tengamos a nadie visible a quien culpar de lo que ya no funciona en nuestras vidas, nos culpemos a nosotros mismos.
Antonio Poyatos Galián